
Lo curioso es que para llegar a tal afirmación, el estudio lo llevaron a cabo mediante el análisis de las redes sociales de 1.110 mellizos y gemelos participantes en el Estudio Nacional Longitudinal de Salud Adolescente. Y la justificación es la siguiente: Como las conexiones sociales de los hermanos gemelos (embrión único) se parecían más entre sí que la de los hermanos mellizos (distintos embriones) queda bastante claro que existe - no se lo pierdan - el gen de la popularidad como el elemento influyente en la amplitud de nuestras relaciones sociales.
La presencia de esta absurda noticia en la sección de Ciencia de uno de los principales diarios de tirada nacional, me lleva a la siguiente reflexión: Dado que dudo por completo que los resultados del estudio se los crean ellos mismos (digo yo que para llegar a investigar en Harvard tendrán un mínimo conocimiento del pensamiento psicosociológico) como para que en dos columnas de un periódico se les pegue una patada a toda la historia bibliográfica del conocimiento científico social, me planteo: ¿Qué narices empuja a un equipo de investigadores a decir este tipo de gilipolleces?

Desde mi punto de vista creo que la clave está en el carácter científico del estudio en sí. Carácter merecido simplemente por la aberración de cuantificar conceptos que ni siquiera están definidos de forma universal como es el de la felicidad unido a la moda que desde hace más bien poco supone todo lo relacionado con el código genético, y por tanto, la influencia de la herencia que ahora parece explicarlo todo lo que nos guste imaginar.
El hecho de que en los medios de comunicación solo muestren estudios de este tipo se puede deber entre otras cosas a dos causas principales. Por una parte a la opinión pública le resbalan los estudios sociológicos a no ser que traten sobre asuntos morbosos o de resultados impactantes. Por otra parte al lector solo le interesa creerse aquello en lo que su imagen se sienta beneficiada por los resultados del estudio en sí o le permite atribuirse relaciones de causalidad totalmente simplistas (“no tengo amigos…¡maldito código genético!”). Pero lo realmente triste es que existan cierto tipo de profesionales que para sentirse reconocidos tengan que recurrir a dar explicaciones que encajen con lo que en cada momento sea considerado como adelanto científico malgastando las millonarias inversiones destinadas a investigación, la innovación y el desarrollo.