martes, 25 de diciembre de 2007

* El camino a la sociología: una propuesta de trabajo

Hace unas semanas, tras leer un comentario de Asier diciendo que él era de los que había escogido la sociología para "cambiar el mundo", me di cuenta de algo tan banal como que tenemos diferentes motivos para estudiar lo que estudiamos y, sobre todo, que a pesar de este proyecto en común que nos une (además de otras cosas), desconozco y probablemente vosotros también, los motivos que impulsaron al resto a escoger (o no) la sociología (o la ciencia política, tengamos en cuenta a las minorías), ni vuestras trayectorias sociales previas. Obviamente, no necesito ni he necesitado nunca este conocimiento para llevarme con vosotros, pero me pareció que podría ser interesante, desde el punto de vista de la sociología de la educación, el conocer los motivos conscientes de nuestra elección o los senderos que nos han traído a donde estamos, a la par que podría, por la simplicidad de la tarea propuesta, estimular la participación, un tanto débil estos meses, y quizá incluso extenderla, quién sabe.
Propongo, por tanto, que cada uno cuelgue un comentario en el que nos hable un poco de su trayectoria preuniversitaria (medio social de origen, escolarización, trayectoria escolar,...¿de dónde vengo?), de las razones que le llevaron a escoger (o "caer" de forma relativamente indeseada en) la sociología, así como de las consecuencias de esta elección y de la trayectoria universitaria. También puede ser interesante el "¿a dónde voy?", si alguien lo tiene más o menos claro o tiene alguna aspiración ideal. Más clarito:

¿Cómo era yo antes de la universidad? ¿En qué medio(s) me he movido? ¿Cuáles eran mis centros de interés?
¿Por qué y cómo la sociología? ¿Qué me llevó hasta ella?

¿Qué cambios ha supuesto para mí? ¿Qué me ha descubierto? ¿Qué me ha decepcionado?

¿Cuál era mi concepción de la sociología antes de entrar en contacto con la diciplina? ¿Ha cambiado durante estos años?
¿Qué autores, ramas de la sociología me han atraído y me atraen más? ¿Han cambiado?

¿Qué expectativas (no sólo profesionales, sino, por ejemplo, de especialización, de objetos a estudiar,...) tengo para el futuro?


Obviamente, no se trata de un cuestionario, sino de un relato de vida centrado en un elemento compartido. No hay obligación ninguna de responder a todas las preguntas, ni de limitarse sólo a ellas. Tampoco hay una extensión máxima o mínima predispuesta.
Este trabajillo supondrá así un cierto trabajo de autoanálisis individual, que podría dar lugar a un trabajo de autoanálisis colectivo y a una cierta sociología de los aprendices de sociólogo.

P.D.: Mientras escribo esto, me doy cuenta que se trata más o menos de lo mismo que nos pidió el Coria en 3º y que nadie hizo. En aquél momento me pareció un coñazo. Ahora me parece más pertinente, quizá porque me siento viejo y veo que nuestra vida universitaria esta más cerca de su fin que de su comienzo. Que cada cual haga lo que le parezca.


Madrid, 25 de diciembre de 2007

5 comentarios:

S. Christian dijo...

Bueno Rujas para que veas que me tomo en serio tus propuestas, aquí te cuelgo mi historia de vida, o mi camino a la sociología, lo he realizado de un tirón sin revisar ni ponderar orden entre apartados, he mirado un poco el guión de temas que proponías y más o menos lo he seguido, he pretendido que salga un relato más o menos espontáneo como si se tratara de una entrevista en profundidad en forma de relato de vida…me ha salido un tocho pero creo que los matices son interesantes -si es que el resto de miembros se decide a colgar sus textos:)-. Creo que este “mini”-proyecto puede ser realmente útil y sencillo. Paralelamente, en la facultad, Isa y yo estamos haciendo un proyecto sobre usos del espacio en la facultad, hemos realizado diversas (6) entrevistas con un enfoque biográfico, que espero que cuando terminemos de analizarlas puedan añadir algo más a este proyecto. Espero que se anime más gente al proyecto (más allá de los habituales si es que éstos no están absortos entre tanto alcohol y polvorón), creo que no hace falta tampoco obligatoriamente extenderse, cada uno según su necesidad, interés, tiempo…pero lo importante es participar, creo también que es un proyecto sencillo y muy interesante, ¿no?.

Sin masimos os cuelgo mi historia:
CAMINOS HACIA LA SOCIOLOGÍA I:
S.Christian Orgaz Alonso



PRIMEROS BROTES:

Desde niño fui tremendamente curioso e inquieto, para desesperación de los que me rodeaban, con la edad no hizo más que agravarse, con la diferencia de que mi espacio de acción era mayor, lejos del regazo de mi madre la adolescencia fue un viaje (trip) en el que me embarqué para huir en parte de un entorno hostil. Estaba realmente perdido (entonces no lo sabía) pero el caso es que el instituto me aburría soberanamente, yo quería vivir, quería experimentar, conocer mediante mis sentidos, experimentar… aprehender la vida (lo que no significa que no me interesaran algunas materias). Con lo años de todo se cansa uno pero el tiempo no se detiene, o decides o te caes a los abismos.

Paralelamente, en mi casa siempre se valoró mucho la educación, por parte de mi madre y hermano sobre todo, frases como;”el conocimiento te hace libre” me han marcado profundamente, por ello en todos los fregados en los que me metía tenía siempre una cierta visión (que luego me he dado cuenta que era antrpológica) que me hacía cuestionarme hasta a mi mismo pasando por las normas sociales, culturales y, por supuesto, las legales. Participé en varios grupos musicales como cantante, recibí clases de coro y canto, en mis ratos libre me juntaba en un parque con otras personas a evadirnos, durante un tiempo practiqué también artes marciales (todo ello mientras repetía en el instituto) y durante este tiempo era un bicho raro en todos lados, por un lado los del parque flipaban cuando me iba a un coro o andaba dando conciertos por los “pueblos”…y viceversa en los otros ámbitos…el caso es que toqué fondo. La ciudad se me había quedado pequeña y dado que (junto el valor del conocimiento) tenía claro que no quería trabajar con mis manos (que burgués, verdad Adri) ya que alguna vez me tocó hacerlo… decidí que algo tendría que hacer con mi vida… mi hermano me compró un libro sobre antropología y la verdad que dije “joder” si lo que más me gusta en la vida es una disciplina científica… En el instituto siempre se me había dado genial la filosofía y la literatura, me defendía con el Latín, y odiaba las matemáticas y el ingles. Pensé que tendría que currar para dedicarme a lo que quisiera hacer. Siempre me gustó el concepto de eudaimonía entendido como el desarrollo de aquello para lo que más capacitado estas, o creía estar. (Obviamente mi hermano estaba estudiando la carrera y eso me habría un campo de posibilidad, por otro lado mis padres fueron realmente pacientes con migo)


SIEMPRE HAY IMPREVISTOS:

Muy bien, lo tenía claro (ojo con la memoria que crea orden y causalidad, discurso, a veces también, autocomplaciente), pero el problema era (y es) que la antropología pertenece al segundo ciclo y por ello elegí la sociología, de todas formas no sabía muy bien qué era aquello de la sociología (¿“la ciencia de hacer socios”?). Sin embargo, aún me faltaba superar segundo de bachiller (en realidad dos cursos, pues volví a repetir) y pude leer algo más sobre la antropología y la sociología y cada vez me apetecía más empezar a conocer algo sobre éstas. Poco a poco llegué a la universidad y a las puestas (los meses anteriores) otra hostia más del destino, el caso es que mi situación económica estaba un poco jodida y la salud familiar igual, así que llegué a Madrid con la obligación de trabajar para mantenerme, total que trabajaba 40 horas (que eran casi 50) a la semana, como trabajaba de noche el 85% de los días no iba a clase, llegaron los exámenes y no me fue mal, del todo, o eso pensaba.


HACIENDO CAMINO AL ANDAR:

A partir de segundo empecé a entender que la carrera no es el instituto, es decir, no consiste en aprobar, hay que currar, hay que aprender a aprehender y a aprender. Me di cuenta también de la importancia de la teoría sociopolítica como tal, de la oportunidad que se habría ante mis ojos y realmente me alegré de (ahora sí) poder dedicarme solo a estudiar. Entré en contacto con la Estadística (me había quedado del año anterior junto con Economía) con las técnicas cuantitativas y las cualitativas y entonces comprendí que mi futuro pasaba por la investigación, por conocer y aprender, por seguir cuestionándome las cosas y… ¿por qué no? las cualitativas están muy bien.

Paralelamente, me he dado cuenta de que conozco algunas cosas (lo suficiente para poder hablar cada vez con menos personas en serio) pero que me falta muchísimo por aprender (lo que supone que sigo siendo un crío, también en el ámbito científico). Quizás lo que más me ha decepcionado es ver que las utopías se rompen ante mis ojos en el mismo momento que quién ha de hacerlas posibles son los hombres…he perdido la fe en el hombre, en las instituciones, el hecho de que todo sea social que todo sea un acuerdo (imposición)…me ha desmotivado (personalmente) en la misma medida que me ha motivado a investigarlo (profesionalmente), pues que las cosas sean así en parte supone que son cognoscibles, que son humanamente imaginables (por maravillosas o horrendas que sean).


EL ÁRBOL DE LA SOCIOLOGÍA Y LA SENDA POR ABRIR:

Cada vez más me doy cuenta, ya lo decía en “Sociología teoría y praxis de la seducción”, de que la sociología es un gran árbol con multitud de ramas, e incluso dentro de cada rama multitud de hojas y al final en ese zoom uno se siente tan diminuto que cuando le preguntan ¿qué es la sociología? de repente vuelve a ver el árbol y medio mareado dices:”la ciencia de hacer socios”. La sociología era para mi una forma de alcanzar una amplia cultura (que si es verdadera cultura necesariamente ha de ser general) de conocer en definitiva porqué las personas/sociedades son capaces al tiempo de las mayores obras y ruindades (ahora veo que llegar a conocer tal cosa es más difícil y necesariamente muy limitado). Creo que la sociología sigue siendo para mí al igual que entonces un pequeño bálsamo a esa necesidad de conocer. Ahora además también es el horizonte en el que inscribo mi actividad laboral, cuando empecé pensaba que no tenía salidas, lo típico “hago la carrera porque me gusta, luego ya veré…” pero ahora se que hay salidas, no las mejores ni las más idílicas, pero las hay. Sino deberíamos ir pensándolas en abrirlas.


FUTURO, SIEMPRE DIFUSO:

Mis intereses de estudio son muy difusos, me atrae el tema de la inmigración (se que no soy muy original) este año me está interesando la demografía, algo que en mi vida me habría planteado, idílicamente me llama mucho la atención el desarrollo local, pero con todos los respetos, cada vez me decepciona más. Me interesa mucho la psicosociología pero no me atraen los caminos institucionales a mi alcance. Me gusta la neurociencia y creo que algo se podría hacer desde la sociología... en fin, me interesan muchos más temas de los que institucionalmente son factibles…pero si antes decíamos que la sociología es un gran árbol, más allá de sus diversas ramas, el propio árbol nos es familiar y casi cualquiera de sus áreas parecen atractivas, al menos más de lo que he visto fuera en infinidad de trabajos…
Como a todos/as (creo) me gusta la teoría sociológica, la epistemología de las ccss y todo esto… pero creo que mejor como hobby. Por varias razones, soy un tío muy práctico en algunas cosas (en otros tremendamente reflexivo y un poco volao) y necesito algo de movimiento, relacionado con lo anterior veo difícil dedicarse solo a temas de teoría sociológica… Más bien me veo trabajando de lo que pueda y dedicándome en mi tiempo libre a mis investigaciones del momento…ahora bien, esto es jodido de hacer si no se es profesor o si no se tiene un puesto en alguna institución pública… creo que aún mantengo el perjuicio (más o menos fundado) de que trabajar en una empresa no es el mejor de mis escenarios posibles, al menos no el más compatible… En definitiva creo que puedo afirmar (no es poco) que si en un principio quería conocer mediante la experimentación vital ahora quiero conocer mediante el desarrollo de la experiencia científica, investigaciones…es decir, hacer de mi afición mi labor.


UN TEMA "COLGADO", LOS AUTORES:

El tema de los autores creo que se me ha quedado colgado, pues bien, soy tremendamente iconoclasta, no suelo pillar una escuela y seguirla al dedillo, ni siquiera un autor… nunca me ha convencido del todo el tema de que por un lado está la estructura y por otra el individuo, ni tampoco el otro extremo, en el que lo que importa es el sujeto y sus acciones… nunca me ha convencido que todo es conflicto, ni que todo es funcional… vamos, que realmente ha tenido que venir este blog para que empiece a reflexionar a fondo sobre teoría o autores y, lo más difícil, a tomar partido.
Puedo decir que me dan gusto por igual (cada uno da gusto por un lado) Durkheim y Weber (aunque de este último he leído menos que del primero), combinado con parte de la obra de Berger y Luckman (más del segundo), creo que Merton es (sus textos) un tipo muy acertado, a Bourdieu lo estoy leyendo ahora con detenimiento, de Giddens algo se puede sacar, Foucault siempre me ha parecido una fuente imprescindible, ahora también estoy leyéndolo más afondo, recientemente…Nietzsche es una asignatura pendiente, he leído algo, muy poco, y a Ortega y Gasset lo estoy descubriendo ahora…vamos que estoy en pañales como se puede ver, por ello la importancia del doctorado.
En realidad no me había cuestionado a fondo este tema pero de hecho no crea que pueda decidirme (¿a quién quieres más a papa o a mama?) Si he desplazado desde segundo a esta parte a la Escuela de Frankfurt, eso sí… aunque no del todo, pues apenas los he leído… Buf, este apartado merecería una reflexión más profunda, Asier proponía contar qué autores se citaban en cada entrada, podría ser una buena forma de extraer datos…
Claro que lejos quedan en este relato los textos que no pertenecen a la sociología, como los de teoría política, filosofía, neurociencia, física quántica, astronomía, música, biografías, literatura castellana, ficción, informática… Seguro que una vez cuelgue el comentario me acordaré de mil cosas que he dejado por poner pero bueno, mejor espontáneo como si fuera una mini entrevista.

...............................FIN

Bueno no me extiendo más pues creo que muchos ni lo leerán (lógico, si suele interesar poco los textos menos aún las vidas…jejejej) y como en el dilema del prisionero corro el riesgo de ser el pringado que la pela mientras el resto…en fin, esperemos que no sea así.
Espero vuestras historias de vida en el camino hacia la sociología.

Javier Rujas dijo...

EL CAMINO A LA SOCIOLOGÍA II
Javier Rujas Martínez-Novillo

Bueno, empecemos desde el principio. Nací un 24 de octubre de 1986 en Madrid, provincia de Madrid. Y ¿qué le esperaba a este bichejo colorado y llorón? Pues unos padres treintañeros con carrera universitaria y pocos años de experiencia laboral, y con unos ingresos modestos compensados por el caudal del generoso grifo familiar. Con los años, sin embargo, las dificultades se irán alejando y la promoción social (mejores puestos de trabajo, mayores ingresos, más patrimonio,…) se dejará notar de forma progresiva: de clase media-baja entonces a clase media-alta actualmente (diagnóstico algo intuitivo, no he hecho una “medición” exhaustiva), con un claro aburguesamiento en el estilo de vida.
Moviendo capital social, mis padres consiguen meterme en el Liceo Francés de Madrid, institución pública francesa, que funciona como privada para los españoles (puesto que la pagamos como una privada, a diferencia de los franceses, que, por nacionalidad, disfrutan de los derechos propios de la educación pública), lo cual favorece una cierta homogeneidad de extracción social entre los alumnos (clase media). Allí realizo casi toda mi educación preescolar y primaria.
La secundaria y el bachillerato correrán a cuenta del Liceo Francés de Alicante, tras mudarnos allí a mediados de los 90 por la oferta de un mejor puesto de trabajo para mi padre allí. Una adolescencia cómoda, dentro de las naturales turbulencias que supone esa edad, en la que entro en contacto con la música oída (la opción es clara: el rock, sobre todo el new metal, que entonces empezaba a ponerse de moda) y, luego, también practicada (lo típico, empiezo a tocar la guitarra sobre los 14 años y aprendo un poco de cualquier manera), así como con las modas adolescentes (hay que salir, hay que vestirse con ropa rollo surfeta, luego un poco más tirao, rollo “hipijo” [la moda pop-modernaka ya me ha pillado mayor], hay que leer a Tolkien, [de las videoconsolas me libré], en fin todas esas cosas que al repasar le hacen a uno sentirse un tanto gilipollas). En esa época, a pesar del pijerío semiencubierto que me rodea, se empiezan a hacer notar algunas ideas de izquierdas. Pronto leo el Manifiesto, El derecho a la pereza (Paul Lafargue), estimulado por un amigo, y me intereso (de una forma banal, adolescente, sin el rigor de una lectura formada, como no podía ser de otra manera en aquel momento) por el marxismo, por las ideas antiglobalización que empiezan a circular y más tarde un poco por el anarquismo. El sistema es malo. Hay que ser rojeras y fumar para ser guay (la cara del Ché y la hoja de maría conviven alegremente). Yo me contento con lo primero. Sin embargo, todo se queda en palabrería. Ni manifestaciones (salvo ya las grandes contra la guerra de Irak y tras el 11-M), ni partidos, ni asociaciones, ni actividades.
En el Liceo mis notas son en general medias con destellos ocasionales unas veces y grandes ostias otras (las mates se me resistieron durante mucho tiempo). Las clases de Filosofía me atraen rápidamente y, por supuesto, los teóricos de la sospecha (Marx, Freud, Niezsche) no podían ocupar un escalafón bajo en mis gustos (también por el profesor, que mantiene siempre también una actitud irreverente y anticonformista, que a veces llega a la exageración). Leo La psicología de las masas de Freud e incluso llego a leerme, no sin forzarme mucho y sin una comprensión muy fragmentaria, Eros y civilización de Marcuse (si Freud y Marx me gustaban por separado, ¿porqué no mezclados? Menudo freaky, ¿eh? No se si sirvió para mucho).
Conocí la sociología el último año antes de entrar empezar bachillerato, al elegir una clase optativa de Ciencias Económicas y Sociales, que debía servir de orientación para aquellos que quisieran saber lo que se cocía en la rama de bachillerato del mismo nombre (las otras opciones eran Letras y Ciencias) y que incluía en la misma asignatura enseñanzas principalmente de Economía, algo de Sociología y un poquito de Ciencia Política. En aquél momento no me atrajo más que otras materias. Más bien, estaba obcecado, como tantos otros, en que tenía que hacer Ciencias por narices e incluso llegué a pensar que me gustaba la Química. Por suerte (creo yo), ese año fue bastante duro y me llevé unas cuantas leches en las asignaturas de ciencias. Por ello, los profesores rechazaron en primera instancia mi entrada en Ciencias. Esto fue más simbólico, para que me pusiera las pilas, que realmente tajante (proceso bastante común en mi liceo): en persona, los profesores me instaron a que reclamara, ya que mi media general era suficientemente buena para entrar. Sin embargo, me lo pensé mejor: ¿para qué entrar en Ciencias si, obviamente, no es lo que mejor se me da y encima no tengo claro que sea lo que me guste realmente? “Mejor me meto en Economía, que no se me da del todo mal y así, por lo menos, no estoy puteado” (irónicamente, no le faltaba racionalidad económica al razonamiento). Eso hice y me fue bastante bien. La parte de Economía se hacía un poco pesada, pero pronto me di cuenta de que la que más me gustaba era la de Sociología, que ya dejó de consistir en banales consideraciones sobre los salarios, el paro, la familia y poco más a cosas más interesantes. Aunque muy superficialmente, vimos a Marx, Weber, Durkheim, Tocqueville y a algunos autores franceses contemporáneos (Bourdieu, Dubet, Boudon,…). Más bien se trataba de conceptos o teorías concretas en campos concretos, y que ahora veo de una simplicidad enorme y un rigor dudoso con respecto a lo que los autores dicen realmente. Pero, fue suficiente para introducirme en la disciplina y “cautivarme”. Ya en primero de bachillerato tenía claro que iba a estudiar Sociología y que lo haría probablemente en Madrid. En Alicante, me sentía de Madrid. En Madrid, más tarde, me di cuenta de que madrileño no era, al menos no de “pura cepa”, como se suele decir. Algo en medio, seguro. Pero, el caso es que tenía una extraña fijación por volver a Madrid y, encima, a la carrera en la UCM se la veía más “rolliza” (5 años frente a 4 en Alicante, especialidades y un montón de optativas y de libre elección). Sociología primera opción, por tanto.
Probablemente, encontré en la sociología una forma de aprehender la realidad que me atraía más que otras, poniendo siempre el acento en lo social como algo que se impone a nosotros queramos o no. En cierto modo, permitía entender fenómenos que ya conocía de una forma nueva y en consonancia con una cierta visión del mundo como algo que “obviamente” no funciona bien. Era una forma distinta de entender que me parecía de lo más razonable que había oído nunca y que se dedicaba a rebuscar detrás de las apariencias aquello que se nos imponía. Creo que, al principio, lo que más me llamaba era aquello de que la sociedad nos impone cosas, nos constriñe sin darnos cuenta y, visto desde la distancia, el que me revelara esta clase de imposiciones me descubría todo un mundo, me permitía cagarme en las convenciones que hasta ahora no me habían aparecido como tales, aunque ello pudiera en cierto modo marcar algunas distancias en mis relaciones con algunas personas (creo que esto es algo que más de uno habrá observado: a medida que vamos dándonos cuenta de la arbitrariedad de las convenciones, de cuanto de coerción social hay en nuestras formas de hacer y pensar, y a medida que integramos una serie de razonamientos y conceptos sociológicos complejos, se nos hace más difícil darnos a entender a quien no ha tenido la misma trayectoria intelectual y formativa sobre algunos temas, de forma que cuando estamos con ciertas personas suprimimos ciertos temas de conversación o no mostramos todo lo que sabemos, “rebajando” nuestro discurso a otro nivel de comprensión más cercano al suyo, conscientes de la distancia social que nos separa [lo mismo que pasaría al revés, cuando otros estudian física y tú no has vuelto a saber de la física des hace años]), lo cual no significa que la sociología me haya llevado a llevarme mal con nadie. La dimensión del cambio no era lo que más me llamaba. Más bien quería responder dar una respuesta a la pregunta ¿por qué el mundo es una mierda? Aunque obviamente en mi cabeza estaba la idea de que “hay que cambiar las cosas”, no entré en sociología pensando que la sociología podría ayudar en ese cambio o realizarlo, o que yo mismo, armado de ella, pudiera cambiarlo, pero sí pensando que me podría dar las claves de por qué anda mal el mundo. El juicio de valor negativo sobre el mundo fue determinante creo.
En estos años, la sociología, en general, no me ha decepcionado, aunque obviamente me hayan ido atrayendo ciertas corrientes, métodos, formas de hacer, asignaturas que otros. Al contrario, se ha confirmado que es lo que quiero hacer. Si hay dos cosas que siento como prioritarias en mi vida y que no abandonaría son la sociología y la guitarra. Aunque siempre me ha llamado la teoría sociológica en la vertiente que, como decía antes, señala la coerción social, el constreñimiento del individuo por la sociedad, con el tiempo me han ido interesando cosas más concretas y también cosas más abstractas. Antes de llegar a la facultad me habían atraído, aparte de la visión general de la importancia determinante de lo social que me atraía de la sociología, ámbitos de estudio como la globalización, la escuela, la estratificación social, aunque de forma algo borrosa, ambigua y limitada a lo poco que sabía de cada uno. Luego poco a poco entraron en el campo de mis intereses la sociología del conocimiento, de la desviación, el lenguaje y la comunicación, el consumo, aunque restablecer el orden y las razones me sería imposible. Me temo que la atracción por la Gran Teoría, por la “metafísica” siempre me ha rondado algo por el coco, cosa que se confirmó en segundo con filosofía de las ciencias sociales y en tercero con nuestras rayadas sobre epistemología, sociología de la sociología, etc.
La cantidad de autores (aunque al final tenga uno la impresión de ver siempre lo mismo) que he descubierto y sigo descubriendo es considerable si echo un ojo a los que conocía antes de entrar en la carrera. De los que he citado que conocí levemente gracias a mi formación afrancesada, he aprendido mucho más: ahora veo la importancia de Durkheim, lo enorme que es la teoría de Bourdieu, lo injustamente olvidado en Simmel, lo mucho que me queda por descubrir en Weber, Berger y Luckman, Merton, Wright Mills, teoría del conocimiento, teoría del lenguaje, lo que me queda por descubrir también a nivel de sociología más empírica (estudios concretos). También me han llamado autores externos al gremio: Nietzsche, Foucault, enormes también. Y otros tantos por descubrir. La verdad es que mi lista de cosas a leer se hace interminable.
Ahora tengo por ello la impresión de haberme descolgado un poco de la realidad e intento buscar un campo que me interese, donde pudiera centrarme un poco y desarrollar en el futuro la tesis o lo que venga. De las especialidades de la UCM la que más me atrae es la de Conocimiento, cultura y comunicación (creo que se llama así). Veremos a ver lo que trae consigo mi experiencia francesa. A nivel profesional, la verdad es que no me preocupo demasiado, pero sé que lo que quiero es dedicarme a la sociología, no a sus aplicaciones periféricas en campos como la empresa (sólo suscita en mi rechazo), la administración pública (que estaría algo más dispuesto a aceptar) o lo que sea, sino a la investigación. Veremos a ver si se consigue.

Creo que es suficiente. No quiero autolamerme demasiado. Introspección dentro de unos límites. Y tampoco quiero rayaros.
A ver si se anima alguien más, sin prisas.

Anónimo dijo...

Caminos hacia la Sociología III
Marga Solares Capellàn

Nací en Xixón - Gijón (Asturies) en el año 1983, el día 16 de febrero cumpliré mi primer cuarto de siglo.
Mis primeros dieciocho años de vida transcurrieron en una tranquila aldea asturiana llamada Grases, que cuenta con una población de alrededor de 100 habitantes, y se encuentra situada a cinco kilómetros de la capital del concejo, Villaviciosa.
Esta aldea era el lugar de residencia de mi familia paterna, y mis jovencísimos papás, cuando se casaron, no podían permitirse la adquisición de una vivienda, con lo cual erigieron una especie de casita transformando una construcción típica asturiana que había en Les Quintanes de mi abuelo, llamada “horru” (servía de cuadra y de almacén de productos de la huerta), en un lugar habitable. Una familia humilde, de clase baja, donde no existía una precedente base cultural a la cual tener acceso.
La actividad de mi familia paterna era la agricultura de autoconsumo y la cría de ganado vacuno para venta de carne y leche. La materna, por su parte, vivía de los ingresos que cada semana llevaba a casa mi abuelo en su labor de marinero. Mi núcleo familiar pudo subsistir gracias a las ayudas económicas y materiales recibidas por parte de las dos familias, y al trabajo de mi padre como pintor, actividad desempeñada durante los últimos 24 años, y que hasta la actualidad nos ha permitido vivir y progresar establemente.
Ya desde bien niña me inculcaron el valor del trabajo y la necesidad de poner todo mi esfuerzo en pos de un objetivo. Yo observaba este ejemplo en la persona de mi padre, bastante estricto en sus principios educativos, y trabajador como pocos. Pienso que aún sigo conservando esta enseñanza bien grabada en mi interior más recóndito. Mi infancia transcurrió entre la escuela, el trabajo en el campo y el tiempo de juego, aunque apenas tenía con quien compartir travesuras en la aldea. Siempre fui una niña, cómo me dicen mis padres, a la que nunca tuvieron necesidad de decir una palabra para corregir su comportamiento, porque era excesivamente responsable. Yo contaba con casi 11 años cuando nació mi hermana, y me sentí en la obligación de hacer de niñera, con lo cual mis responsabilidades aumentaron, mi madre no daba abasto entre el trabajo en casa y en la tierra.
Pero si mi padre me enseñó el valor del trabajo, mi madre me inculcó el lado ético, político, social, humano y tolerante de mi carácter. La parte negativa la ponen los valores religiosos que me quisieron transmitir, pero gracias a mi empeño no llegaron a calar demasiado hondo. Sigo con mi madre. Ella siempre tuvo el afán de cambiar el mundo, de luchar contra las injusticias, de buscar la transparencia, siempre con ideas con tendencia hacia la izquierda. Cada uno de los días de mi vida pude contar con su presencia. Siempre ahí al levantarme, al llegar de la escuela, para hablarme, para escucharme, para aconsejarme, para explicarme. Mi madre siempre estuvo a mi lado, como una confidente donde yo guardaba mis secretos, mis pensamientos, mis sentimientos, y ella también depositaba toda su confianza en mí. Es algo de lo que estoy muy orgullosa, y que aún hoy continúa sucediendo. Por eso considero imprescindible la presencia materna en el día a día de un hijo en sus primeros años de vida.
Las enseñanzas de mi madre son el punto cero de mi camino hacia la Sociología. Ella cultivó en mí una semilla que empezaría a crecer lentamente en mis años de instituto, concretamente en el cuarto curso de Enseñanza Secundaria Obligatoria. Fue el año en que comencé a estudiar la asignatura de Ética, y al año siguiente, en Bachillerato, estudié Filosofía con un profesor maravillosamente crítico que me ayudó a desvelar algunas claves de la Historia de la Filosofía en las que estaba verdaderamente interesada, por su relación con el cristianismo. Mi obsesión por aquel entonces era descubrir todo el montaje que se encontraba detrás de la Iglesia católica. Aparte de ese tema, otra realidad que me removía por dentro era la situación de la lengua asturiana, si bien es cierto que de aquella no sabía muy bien por donde iban los tiros. A pesar de ello, de entre las asignaturas optativas, elegí lengua asturiana, el idioma con el que me socialicé y que hasta ese momento me habían negado el derecho a estudiar. Mi elección no era por casualidad, sino que atendía a algunas razones concretas.
En todos mis cursos de instituto tuve las ideas claras de lo que quería hacer en los años vinientes, además me encantaba ir a clase y aprender día a día cosas nuevas. Y mis notas eran siempre entre notable y sobresaliente. Hice el Bachillerato de Ciencias Sociales y Humanidades, superé la PAU y quería hacer la carrera de Periodismo, con la idea de llegar a ser una profesional de la investigación periodística. Pero en este último paso fue donde se presentó la dificultad. Periodismo no se podía estudiar en la Universidad de Oviedo, y mi familia no me animó a irme a estudiar fuera de Asturies. Esto, junto con las dificultades económicas que podía suponer, hizo que al final me decantara por empezar Filología Hispánica, eso sí, siempre con la esperanza de estudiar tres años, y enlazar con el segundo ciclo de Periodismo. Entonces me trasladé a Oviedo. Pero después del primer cuatrimestre me di cuenta de que nunca podría estudiar algo que no me gustase. Lo dejé y volví de nuevo a casa de mis padres. Eso sí, tengo que decir que esos meses en la capital fueron claves para el desarrollo futuro de mis inquietudes nacionalistas: por las influencias de las amistades, por las actividades universitarias, etc.
Después de unos meses medio trabajando, medio sabáticos, llegó la hora de decidir qué estudiar: mi madre pensaba que la mejor opción era comenzar a estudiar otra carrera, y mi padre quería que hiciese una formación profesional con la que llegar rápido a conseguir un trabajo y a independizarme. A fin de cuentas, para él, estudiar equivale a perder el tiempo. Como no tenía las cosas claras, decidí hacer un Ciclo Formativo Superior de Gestión Comercial y Marketing que duraba un curso. Otro año en Oviedo. Al menos sabía que iba a aprobar seguro. Luego hice las prácticas en el Dpto. de márketing de un periódico asturiano. Una experiencia irrepetible. Y a partir de la obtención del título de Técnica Superior en Gestión Comercial y Marketing, me dediqué a trabajar: como comercial, como dependienta, y como auxiliar administrativo. Las expectativas de mi padre se habían cumplido, sin embargo las de mi madre no. Pero mis inquietudes por conocer y por luchar para demostrarme que podía llegar a donde quería, es decir, a estudiar una carrera, me llevaron a probar en la UNED. Y esta vez no me equivoqué. Elegí Sociología, porque sentí la curiosidad por saber de que trataba esta ciencia. No había ninguna carrera que me llamase tanto la atención, ni siquiera periodismo, que quedó aparcado para siempre. A pesar de las dificultades de compaginar trabajo y estudio, advertí que mi vocación era dedicarme a la Sociología, y además quería estudiarla en modo presencial.
Tocaba trasladarse a Madrid. Y quería estudiar en la Complutense. Lógicamente, Sociología como primera opción. Durante estos tres años que estudié y viví en Madrid, puedo afirmar que casi cada día disfruté de ir a clase, y volvía a casa contenta porque aprendía ideas nuevas, y, sobre todo, porque me parecía que empezaba a hacerme con los instrumentos para el análisis de la realidad social. Pero el traslado a Madrid influyó fuertemente en mis ideas políticas, que se desarrollaron cada vez más hacia el nacionalismo democrático. Y mis inquietudes actuales se mueven en este terreno. Mi objetivo es trabajar por Asturies, estudiar su historia, hacer política allí, e intentar desbaratar los mitos que a través de los últimos siglos se han construido desde el poder para legitimar la negación de derechos que aún sufre una parte de la población, por poner un ejemplo.
A lo largo de estos tres cursos me han gustado asignaturas bien distintas: desde estadística hasta estructura social, pasando por antropología o técnicas cualitativas. La carrera y las amistades de la facultad es lo único que me agrada de vivir en esta gran ciudad. Las características de las condiciones de vida allí me producen sensaciones negativas bastante acusadas.
Este curso estoy haciendo el Erasmus en Italia para superar mi “adicción” por Asturies, porque siempre he tenido obsesión por estar allí, y nunca he estado fuera más de un mes sin unas ganas enormes de volver. Y también por pasar un curso fuera de Madrid, por vivir una experiencia nueva, que veremos al final lo que ha dado de sí.
Estoy casi segura de que me especializaré en algo que tenga que ver con la estadística, creo que se llama Investigación y Técnicas de Mercado, porque me gustaría dedicarme a la elaboración e interpretación de datos estadísticos. Después de la especialidad tendré que tomar una decisión importante: Doctorado o Antropología.
Espero que os aporte algo mi redacción, y si tenéis algún comentario, no dudéis en escribirlo. Me parece muy buena idea esta de los Caminos hacia la Sociología. ¡¡¡Animaros a escribir el vuestro!!!

Marga Solares Capellàn

enbraxe dijo...

Al leer los comentarios vuestros, me he dado cuenta –más bien, he recordado-, los diferentes origenes –sobre todo geográficos-, pero también las similitudes –debidas a lo mejor a pautas similares de exposición biográfica- a las que podremos darle unas vueltas. Ahi va mi parte...
Evidentemente, en este apartado de Caminos a la Sociología, omitiré algunos ‘detalles’ biográficos de carácter personal -y puede que en detrimento del proyecto-, aunque no tengo pegas en contaroslas de cara a car, de caña en caña... si os interesa.
Por otro lado, como dice Christian: “ojo con la memoria que crea orden y causalidad, discurso, a veces también [¿sólo a veces?] autocomplacencia”.

Más que sociología de la educación, creo que este texto es un material interesante para un análisis de sociología de la religión.

RELIGIÓN POLÍTICA
Dicen que nací en 1986 –según Agustín Garcia Calvo ‘uno no nace nunca’ (El Mundo, 24-II-08)-. He pasado los primeros 19 años de mi vida en Algorta, un pueblo cercano a Bilbao. Los dos últimos, con ausencias veraniegas, en Madrid.
En un entorno abertzale, más concretamente de la izquierda abertzale, me socialice políticamente muy jóven. Una ideología concreta –ideología en el sentido de lo considerado ‘político’, digamos de sólo lo manifiestamente político-, en contacto con otros entornos ideologías y sucesos contradictorios. Tomar postura implicaba más o menos racionalizar las posturas, para defenderlas o lo que viene a ser lo mismo, a interiorizar la racionalización-justificación de los interlocutores ideológicos. Socialización política temprana, muy temprana... recuerdo haber vivido la tregua de 1998 con pasión a mis 12 años.

Por una serie de motivos, comienzo a poner en duda una serie de supuestos del nacionalismo vasco. Que yo recuerde fue cuando vi un documental sobre el hambre en el ‘tercer mundo’ y el gasto militar en el ‘primer mundo’, cuando me arrastró una indignación humanista. Humanismo que identifique con el ideal comunista. La construcción del socialismo-comunismo era la prioridad. Lectura del Manfiesto Comunista, un antes y un después. Cala hondo la idea del socialismo científico, hay que conocer la realidad para cambiarla, y la famosa Tesis de Feuerbach extraída de algún extraño contexto: “Los filosofos se han centrado en conocer el mundo, de lo que se trata es de cambiarlo (o eso)” La Cultura (con mayúsculas) parecía un medio de transformación. La economía es importante. Mucha literatura. Cine también.

El derecho me parecía una vía para cambiar la realidad, si los problemas eran políticos su solución era política, a través del derecho (como diría aquél “mamporrero”). Luego, la idea paso a cambiar el mundo a través del cine, el cambio de conciencia, pero el actor el pueblo. Hacia falta buena media para estudiar audiovisuales, en 4º de la ESO, me puse las pilas... y pase a ser un “empoyón”, ya en aquella época, una etiqueta relativamente positiva.

Filosofía, mucha: Schopenauer, Rousseau, mucho Marx, Nietsche. Pseudofilosofía: demasiada. Para transformar la sociedad era necesario conocer la mente humana: Freud y tubazos infumables como La función del orgasmo de Wilhem Reich (se le asocia a la Escuela de Frankfurt). Historia, también (lo de conocer el pasado para no volver a cometer los mismos errores, etc. en fin: frases hechas...)

Lo del cine estaba bien, pero parecía un camino díficil. Había que ser muy competente para manejar todos esos medios. Escritor era una opción más asequible: La divina comedia, Crimen y castigo (los que más espacio ocupaban en mi estantería) y mucha literatura en euskara.

El euskara era importante, mucho. El cierre del Egunkaria fue un palo, hace ya cinco años. Militancia en favor de la creación de un nuevo periodico en euskara. De ahí, a una militancia más general –un pqueño movimiento social al que me considero aun perteneciente- , que me acerca más a Bilbao, gran ciudad. Aperturas... ecologismo, feminismo, crítica al nacionalismo e izquierda tradicionales. La importancia de no caer en la fólklore izquierdosa, en detrimento del contenido.

Y en ese contexto, me decidí por la sociología. Hubo dudas: filosofia, filología vasca, historia, psicología, economía... Me dieron muchas “pistas” en mi entorno, parecía una forma viable de “cambiar el mundo”. Podía convinarse con la militancia.

RELIGIÓN CIENTÍFICA
Al principio, la sociología concebía las cosas de una manera crítica, que en la mayoría de los ámbitos me era complaciente. La culpa es de la sociedad, y punto ‘.’De ahí, a Madrid en busca de ampliar perspectivas. Decido quedarme en Madrid, para compartir proyectos con un grupo majo de gente. A lo largo de los cuatro años –dos en Madrid-, la sociología va dejando de ser un medio para algo, para convertirse en un fin en sí mismo. Como dice Berger es anticonservadora y antirrevolucionaria por su afán crítico. Ni una cosa ni otra.

Mi interés ha pasado de los complacientes textos teóricos a la investigación. De la reificación de estanterías llenas de libros leídos, a la reificación de inmensas bases de datos ‘anonimizadas’. Del corporativismo ideólogico, al coroporativismo disciplinar. (¿Sociología de la educación?)


Asier (simplemente asier)

enbraxe dijo...

Se me ha olvidad o una cosa:

¿NIHILISMO?
Admitir ya la existencia de religión científica implica cierto nihilismo. La verdad es que el nihilismo posibilita mayor apertura de visión (a lo que se refería Shultz en El extranjero). Aunque puedes volverte un descreído de todo, si eso lo llevas a la acción: las ha jodido. (No puedeo evitar citar a Christia y 'su' teoría de los planos de análisis)