lunes, 9 de julio de 2007

* San Fermines 1978-2007: Del Hierro a la Goma

Cuando no hay legitimidad se ejerce la violencia, lo más curioso es que la efectividad de esa violencia proviene en gran parte de aquellos que no la legitiman. Esto tiene lugar tanto en el ejercicio de la violencia por el estado, como por el ejercido por ETA.


Que en el País Vasco existe una crisis de legitimidad de las instituciones del Estado parece evidente, y en Navarra –en tanto en cuanto País Vasco, es decir, en tanto en cuanto una parte importante de los navarros se sienten parte del mismo- también, así lo demuestran, al menos, los 17.500 votos obtenidos por una candidatura ilegal.
No ha sido un acontecimiento “reseñable” –algún herido y continuación “normal” de las fiestas-, pero por las reflexiones a las que me han llevado voy a narrarlo. A primera hora de la mañana del 8 de julio, efectivos de la Policia Nacional cargaron en la parte vieja de Pamplona; todo parecía apuntar que la carga estaba preparada: una treintena de municipales a la espera de recibir botellazos, y nacionales con material antidisturbios escondidos en las inmediaciones. Pero eso es lo de menos.
La carga tuvo lugar el día en que se cumplían 29 años de la muerte a manos de la policía de Germán Rodriguez, en la plaza de toros de Pamplona, muerto por un tiro en la cabeza. Aquel día se disparó a los que desplegaron una pancarta pidiendo la libertad de los detenidos y a todos los que se encontraban en ese momento en la plaza de toros. Esta otra, los tiros eran de goma, en la calle Calderería, a los que tiraron botellas contra la policía municipal, así como a los que se encontraban echando un trago en los colmados bares. La carga trascendió bien poco, poco después, los bares volvían a abrir y la gente volvía a beber. Digamos que fue anecdótica.
Se le suele achacar al alcohol, pero lo cierto es que el alcohol no es más que una metáfora de la deshinibición colectiva, de ejercicio de reivindicaciones políticas tan habituales y más o menos folcoristas por estos lares.
Las cargas policiales tienen un efecto de disciplinamiento. Lo tuvieron en 1978, cuando se estaba debatiendo la incorporación de Navarra a un organismo vasco común, en plena transición. Y también lo han tenido, en menor medida, en esta última carga, que surte el efecto de mantener esa tensión ya iniciada en la transición que marcaba los límites de lo que debería ser la misma. Estos acontecimientos acumulados en la memoria colectiva, deshumanizan a los antidisturbios, crean temor. Y en eso reside su eficacia. La experiencia individual no tarda en combertirse en colectiva, y son precisamente esos insultos a su falta de humanidad los que disciplinan a la población. Es cosa sabida que en estos casos, se debe correr, y si no se sabe y se queda uno atendiendo a algún herido, se recibe, y a partir de ahí, se sabe. Más allá del condicionamiento clásico, la imágen transferida por estos hechos es lo que provoca el disciplinamiento. Esto se dará en aquellos sectores en que la legitimación del estado es menor. Lo más curioso de todo esto es que son las mismas gentes que deslegitiman al estado quienes reproducen ese miedo a la policía, que es lo que facilita su labor. Lo mismo ocurre con ETA, el ejercicio deslegitimador que los medios de comunicación ejercen sobre ETA, por su crueldad, hacen que su fuerza mediática sea mayor, en la medida en que la capacidad de ejercer el miedo sobre la población es mayor.
La estrategía casi militar empleada, de limpiar las calles a su paso, es una estrategía también psicológica ya que señalan su alcance, cómo ningún lugar se les escapa y siempre que lo dispongan harán uso del mismo. Por eso se pena tan duramente el quedarse a la retaguardia de los antidisturbios, está físicamente más castigado que hacerles frente.
Por otro lado, cuando las instituciones del estado cuentan con legitimidad, hay una especie de mitificación de la labor policial, precisamente por su efectividad. Debe pues contarse con la doble vertiente del fenómeno: por un lado se les deshumaniza, se les teme, y, por otro, se les legitima.
El fracaso de la estrategía de acción-represión-acción de ETA se debe en parte a esto, la represión policial –dentro de unos límites- no provoca acción sino inacción por miedo.
La transición española ha sido expuesta como modelo de transición a la democracia. Robert A Dahl lo explica, entre otros motivos, porque los costes de reprimir a la oposición eran mayores que los de tolerarla. Se trata de una visión muy bianria, casi maniquea, ya que no tiene en cuenta la gradualidad de la represión. Los disparos en la plaza de toros en el 78 –a los que cabría añadir los asesinados de Atocha, los de Vitoria o los sucesos de Montejurra-, ponían marco a lo que estaban sucediendo, visibilizaban los limites de la acción civil: hasta aquí se puede llegar.
Puede que se dé un fénomeno análogo al descrito por Dahl en la población de cara a la acción represiva. En la medida en que las condiciones de vida de la población aumentan, los costes de la represión frente a los costes de tolerarla son mayores, siendo el acto de enfrentarse a la policía de saldo negativo. Hay que tener en cuenta que en 1978 la acción frente a un estado autoritario en declive se veía efectiva, mientras que hoy la acción frente a un estado democrático en el que uno tiene unas condiciones de vida buenas se ve ineficiente. La importancia de la consolidación de la clase media en la transición ha sido señalada por muchos autores, puede que esta se deba a que a medida que la calidad de vida aumenta el miedo a perder la vida también lo hace. Parece que a más zanahoria, menos palo, y viceversa.
En torno a la naturaleza de las reboluciones un personaje de un libro de Atxaga dice lo siguiente:
Cuando un hombre que no puede facilitarles el pan a sus hijos se rebela y se levanta contra su patrón, ¿qué diremos? ¿Que es un acto revolucionario? ¿Y cuando otro hombre, es castigado por hablar en su idioma, cuando se hace enemigo del dictador, qué diremos, que esta a favor de la rebolución? ¿Son revolucionarios los vietnamitas cuando están haciendo intentos de quitar la bota de los yankis de su cuello? Vosotros decís que sí. Y yo digo que no. (...) A mi juicio, la rebolución no se realiza a nivel de necesidades primarias, sino en el siguiente nivel, cuando esas necesidades primarias han sido satisfechas. Entonces empieza la apuesta por un mundo mejor. (1)

En el momento en que todo se desborde, el ejercicio del miedo no surta efecto, las pelotas de goma se convierten en balas, así sucedió en los sanfermines de 1978. Así sucedió, también, en Génova el 20 de junio de 2001.

(1) Atxaga, Bernardo. Gizona bere bakardadean. Lo he traducido del euskara, pero sé que hay una traducción hecha por el mismo Atxaga, cuya lectura os recomiento, creo que en castellano se titula La soledad del hombre o algo así.

Asier Amezaga
9 de julio de 2007

2 comentarios:

Christian O.A. dijo...

El terror es el resultado del “buen” uso de la violencia. Llámese ETA o Estado (hay diferencias sustanciales en la legitimidades pero en términos de violencia se prestan al símil) el ejercicio de la violencia tiene como fin el terror, es un valor rentable puesto que tras una “buena” represión o atentado el valor de las acciones de la institución suben. Da igual que quien es reprimido les legitime o no, el único hecho es que son doblegados, son humillados y aprenden la lección. (Llámese empezar a correr antes o pagar el impuesto).
Ahora bien, la policía en ausencia de un juez o un abogado son los ejecutores y los interpretes de la ley, esto cambia cuando hay un juez o un abogado delante porque los policías pasan a ser solo ejecutores. ETA no entiende de estas disquisiciones y solo reconoce a su superior, a pesar de que tema a otros muchos.

Ambos juegan con la moneda del terror, es cierto que el miedo paraliza pero el terror destruye las identidades. Los propios ejecutores sienten terror, están dominados por el miedo, pero cuando uno tiene un arma ese terror se expresa en violencia ciega… mientras que si estás desarmado solo te queda correr. En cualquier caso ninguno puede pensar, pues para que esto se de se necesita alejar de la mente la violencia al menos en sus connotaciones más explicitas.

Vivimos muy bien, y con la sociedad de consumo en pleno auge cada vez tenemos más miedo a perder lo que tenemos, y cada vez más y más… Nadie está dispuesto a sacrificar su vida ( a lo sumo solo una parte de ésta), los mártires eran para para otros tiempos en los que no había alternativa, era la lucha o la muerte. (Me acuerdo de Trainspotting ) "Si eliges la vida, un coche que te cagas, una tele grande, jugar al fútbol los domingos…" si eliges eso, es que eres Normal, si renuncias a todo ello, (hoy por hoy) solo eres un loco (antes un heroe). Retomando el tema, el tiempo de los revolucionarios tal y como lo entendimos en el pasado terminó, puesto que el ejercicio de la violencia como instrumento para transformar la realidad ha perdido todo su crédito, lo único que ha quedado es lo que siempre hubo el ejercicio de la violencia para conservar la sociedad. Esto se entiende muy bien cuando todos podemos jugar a La Bolsa, comprar una casa en la playa, comer todos los días, trabajar por poco dinero pero comprar la última tecnología muy barata…

Dos variable el ejercicio de la violencia y la satisfacción de las necesidades, a mayor número de la segunda mayor refinamiento de la primera, violencia simbólica (aún cuando es a bolazo limpio). Me gusta la idea de que solo puede haber verdadera revolución satisfechas las necesidades y resueltas las injusticias soeces, pero también es cierto, que cuando estas situaciones tan acuciantes no se da la revolución cada vez más se torna en protesta. Dicho de otra forma, con el estomago lleno no se combate bien… Quizás se este, estemos o estén reformulando los términos de la alternativa, pero mientras tanto pan y circo.
S.Christian Orgaz

S. Christian dijo...

En relación a lo que decíamos puedes echar un vistazo a este vínculo,un abrazo.
http://schristianorgaz2007.blogspot.com/2007/08/terror-institucional.html