lunes, 13 de agosto de 2007

* Sobre el relativismo

Tras tres semanas de pausa bloguera (aunque os siguiera desde Francia), os propongo una pequeña reflexión sobre lo que hoy se entiende por relativismo (lo que se dice que es y lo que realmente es), su utilidad y sus detractores.


El anti-relativismo o el retorno de los ídolos

¡Atención: vuelven los ídolos! Vuelven el miedo al hombre, el pesimismo dogmático, la teoría de la decadencia de occidente, el moralismo exacerbado, el anti-humanismo. La visión del caos terrenal lleva de nuevo a buscar referencias absolutas en la trascendencia. Retomamos un camino que nunca llegamos a desechar del todo: el que va del cielo a la tierra y no de la tierra al cielo. Ratzinger cargando contra el relativismo moral de nuestro tiempo; la derecha política encarnando la firmeza de principios morales inamovibles frente a una izquierda en crisis, que muda con frecuencia sus pieles y se refugia en el pragmatismo electoralista; filósofos desempolvando el derecho natural[1], el moralismo, la Razón todopoderosa, en definitiva, pensando hacia atrás − como cangrejos; los “defensores de la libertad” recuperando el imperialismo decimonónico que afirma la superioridad incuestionable de la civilización occidental, etc. Parecería que se ha cuestionado tanto que el suelo se ha abierto bajo nuestros pies mostrando el vacío y obligándonos a agarrarnos a algo desesperadamente, aunque ello suponga resucitar antiguos tótems y tabúes o inventar nuevos ídolos. Y, sin embargo, por este mismo motivo parece que aún no se ha cuestionado lo suficiente.


Lo que se entiende por relativismo

En este marco, la cuestión del relativismo ocupa un lugar de plena actualidad en el debate intelectual y pseudo-intelectual (de plató televisivo o tertulia radiofónica). Conviene precisar que nunca se ha dado en la historia de las ideas una corriente que se autodenominara relativismo a secas (sin apellidos) y que se pretendiera con vocación de sistema filosófico omniabarcante. Sólo se han proclamado relativistas ciertas corrientes más o menos dispersas que defienden la relatividad de determinados objetos en determinados ámbitos y que no llevan necesariamente sus análisis hasta sus últimas consecuencias éticas (el famoso “todo vale”). Un ejemplo de esto pueden ser el relativismo cognitivo, que señala la relatividad del conocimiento con respecto a paradigmas, culturas, estructuras sociales o sujetos, y el relativismo cultural, principio de análisis (que no doctrina) básico en Antropología, que combate el etnocentrismo afirmando la necesidad de comprender cada cultura desde sus propias normas y valores.
Hoy en día, se entiende por relativismo aquella forma de pensar que eleva a principio absoluto la idea de que “todo es relativo”, de que “todo depende” (¡Qué daño ha hecho Jarabe de Palo! xD), y tiene en general una connotación negativa en la mayoría de los discursos. Se usa más como arma arrojadiza que como verdadera designación de una filosofía existente, lo cual no es de extrañar, puesto que no resulta difícil desmontar esta idea. Erigido en principio absoluto pierde todo sentido, puesto que afirma la relatividad, es decir, el carácter no absoluto de todo lo existente. Si todo es relativo, nada es absoluto y, por lo tanto, el propio principio de que “todo es relativo” es relativo y pierde su pretendida aplicación universal. El propio principio se rebate a sí mismo como la pescadilla que se muerde la cola. De ahí la imposibilidad de un pensamiento puramente relativista.


Relativismo metodológico y relativismo ético

En este punto se hace necesario distinguir dos formas de relativismo que se confunden habitualmente en el discurso público (inocentemente o no) y que, en la práctica, no se dan necesariamente unidas: el relativismo metodológico y el relativismo ético.
El primero se refiere a una estrategia metodológica basada en la relativización, en afirmar la relatividad de algo con respecto a determinados factores, destacando su dependencia de ellos. En este sentido, resulta poco útil quedarse en declaraciones del tipo de “esto o lo otro es relativo”, puesto que no desvelan a qué es relativo el objeto del que se habla, de qué depende, es decir, cuáles son sus determinaciones o condicionamientos. Es a este propósito al que responde el relativismo metodológico como estrategia argumentativa, al servicio o no de la ciencia. A menudo su capacidad para desmontar teorías que pasan por alto determinados factores o condicionantes de un determinado objeto, teorías reduccionistas que ofrecen explicaciones monocausales o pretendidas leyes sociales queda subestimada. También se ha subestimado su capacidad para señalarnos los límites de nuestro propio conocimiento. Como estrategia siempre ha estado presente en los procesos de formación y evolución del pensamiento en general y, en especial, de la ciencia, que no es sino una construcción inacabada condenada a un interminable proceso de revisión y cambio. Por ello, el relativismo metodológico es un instrumento necesario para el progreso de la ciencia y el conocimiento, y que no debe desecharse ciegamente siguiendo prejuicios morales.
Quizá lo que despierta miedos y resistencias a esta forma de operar es el hecho de que desvela el carácter arbitrario de nuestras propias formas de pensar, sentir o hacer, de nuestras verdades más aceptadas, de lo que nos parece más obvio y menos cuestionable. De ahí que aquellos que se sienten amenazados por esta clase de operaciones cognitivas carguen contra ellas. De ahí que el relativismo se haya vuelto incómodo y se haya ganado tantos enemigos. De ahí que se insista en identificar el relativismo como estrategia metodológica con el relativismo ético del “todo vale”, del “todo depende”, de la ausencia de principios y valores de aplicación universal, como si uno se derivase necesariamente del otro.
Sin embargo, esta especie de doctrina moral que se tiende a confundir con el relativismo en general no tiene existencia empírica, puesto que todos nos socializamos en una estructura de valores que orientan nuestra conducta y nuestros juicios, y que tendemos a considerar válidos para todos, aunque sólo sea por puro etnocentrismo[2]. Todos tenemos una idea (acertada o no) de lo justo, de lo bueno, de lo deseable y tendemos a considerarla generalizable a todos. El “todo vale” es sólo un modelo ideal extremo sin existencia real, construido para advertir contra una situación posible (que no probable, creo yo) y combatirla con antelación, evitando su surgimiento. Como tal no es sino la manifestación de un miedo legítimo a la arbitrariedad y el caos, pero con frecuencia cae en un exagerado alarmismo y tiende a refugiarse en el extremo opuesto de lo que critica, es decir, en el dogmatismo moral de la verdad revelada, la ley natural, los mandamientos divinos y la cerrazón de espíritu.
Para evitar esta clase de extremismos trasnochados creo que conviene hacer un análisis más riguroso del relativismo existente y de las posibilidades de existencia de ese relativismo extremo e ideal que se denuncia, así como de la relación entre las dos formas de relativismo que acabamos de distinguir. Sirva como ejemplo de que el relativismo metodológico no conlleva necesariamente el relativismo ético el caso del padre de la teoría de la relatividad. Einstein nunca dijo “todo es relativo”. Como buen postivista y cientifista se limitó a relativizar la concepción del espacio y el tiempo que hasta entonces había servido de base a la Física, es decir, mostrar su dependencia de ciertos factores que hasta entonces no se habían tenido en cuenta y cuya observación introducía cambios fundamentales en las propias bases epistemológicas de la Física. Sin embargo, nunca extendió esta actitud relativizadora al campo de la ética. Por ejempo, siempre rechazó tajantemente la guerra. Quizá en el caso de Einstein sea más difícil que llevase su relativismo metodológico a un relativismo ético por la distancia que separaba a su objeto de estudio del mundo de los comportamientos éticos. Pero, igualmente, un antropólogo puede analizar la ablación de clítoris como práctica de una determinada cultura (válida y socialmente deseable dentro de la misma), es decir, relativizándola, sin por ello creer en su validez moral o defenderla como justa.


Una alternativa frente a la resurrección de los ídolos

El principal problema que supone el relativismo, como hemos señalado más arriba, es que genera una especie de vértigo al mostrarnos los límites de nuestras creencias más consolidadas, la relatividad de lo que parece de “sentido común”, revelándonos que el hombre no tiene ningún punto de referencia fuera de sí mismo. Querer buscar nuestras normas morales, nuestras normas jurídicas, nuestras normas políticas, nuestras normas sociales de observación, nuestras normas de pensamiento fuera del ser humano como ser biológica, social y culturalmente determinado y limitado, es buscar las respuestas a lo humano en lo ahumano, buscar las respuestas a lo inmanente en lo trascendente, cuando lo humano (biología, sociedad, cultura), inmanente, sólo puede explicarse desde sí mismo y en relación al resto del mundo existente.
Frente al acecho del vacío y la falta de asideros que aparecen en presencia del relativismo, una alternativa al fácil (y cobarde, si se me permite) aferrarse a prejuicios, a ilusiones, a dogmatismos, puede ser la de aceptar nuestras limitaciones, aceptar que los seres humanos no podemos encontrar la estabilidad y fijeza anhelada en un punto de referencia independiente de nosotros mismos, en una perfección trascendente y ahumana. Aceptar nuestra imperfección y relativizar nuestras posibilidades de conocimiento, sin renegar por ello del hombre, sino permitiéndole reencontrarse a sí mismo. El miedo al vacío no debe paralizarnos. Debemos vivir con él y sólo los puentes que construyamos sobre él deben preocuparnos. Debemos dejar de agarrarnos a ilusiones para caminar por nosotros mismos.


Javier Rujas Martínez-Novillo
Alicante, 13 de agosto de 2007


[1] El derecho natural es una contradicción en los términos. El derecho, como construcción humana, no puede ser natural, así como la naturaleza humana, abstracción empíricamente inexistente, no puede ser el origen real de ley universal alguna.

[2] Otra prueba de su inexistencia empírica es que nadie se proclama relativista ético o partidario del “todo vale”.

8 comentarios:

ente dijo...

Suscribiendo tu alternativa, frente al horror vacui, Descartes. Si no tienes zapatos háztelos tú mismo.

ente dijo...

Al relativismo le ha pasado lo que al darwinismo: a alguien se le ocurrió aplicarlo a lo social. En cualquier caso en el postulado de Einstein hay una constante. No es eso lo que tratan de identificar las ciencias sociales?

S. Christian dijo...

LA DUDA, RELATIVISMO Y OSTRACISMO

Me sumo a lo dicho por Javier Rujas en relación a los tipos de relativismo y sus funciones en algunos campos de investigación. En esta entrada inspirado por éste “exhalo” este texto sobre la identificación de duda/crítica como relativismo (en general, absurdo e inexistente) como artefacto/arma de descrédito, la cerrazón fanática, y el descrédito al que discrepa sin emplear para esta formulación argumentos racionales sino de autoridades extraterrenas o de otra índole…


1-LA FALTA DE LEGITIMIDAD Y EL RELATIVISMO COMO ARMA ARROJADIZA:

Parece que los profundos cambios que vivimos (globalización de capitales y mercancías, inmigración…no me extiendo) producen en las comunidades humanas efectos heterogeneizandose, tanto por impulsos desde dentro de cada comunidad y lógicamente desde fuera de esta comunidad (como si se pudieran aislar al 100%, pero bueno síganme por favor el ejemplo ). Bien, este tejido social y cultura/es cada vez más complejo y genera tensiones que dificultan (entre otras cosas) su Control Social por las instituciones “pertinentes”. (Podríamos ser estructuralistas y analizar esto en base a conceptos como el de anomia y a diferentes formas de adaptación, pasivas o activas…)
Este proceso de complejo de cambios es lo que algunos llaman el “desbordamiento de la modernidad” (no recuerdo el autor ahora mismo) que ve la cultura no como algo estático sino como un sinfín de flujos…
Esto es suficiente para que algunos (salva patrias-mundos y trasnochados) vean en la complejidad creciente de su (imaginado) mundo ordenado una amenaza que es necesaria combatir, con certezas morales, principios y, como bien decía Javi, Fanatismo (no tiene por que ser religioso puede ser también cultural como propone Saim Naïr en relación a EEUU). Pues bien estos fanáticos no solo ven el enemigo fuera de sus fronteras sino que también dentro, en sus conciudadanos ““enagendados”” por ideas multiculturalistas, éstos últimos se resisten a ver el mundo solo desde el prisma etnocéntrico de su grupo de origen. En cualquier caso ambas actitudes denotan dos formas de entender la visión de la cultura (en realidad engloba más ámbitos); de forma Organicista (Equilibrio) o Desbordada (flujos).
(Basado en conferencia de Guillermo de la Peña Topete, 2007)

Ante la falta de legitimidad se recurre a Dios o a lo que haga falta para que las cosas se hagan “como Dios manada” (a lo que añado) “y yo interpreto”… como ejemplo de esto baste la afirmación de Bush de hace no mucho (copio textual): "Dios me dijo, George, ve y lucha contra esos terroristas en Afganistán. Y lo hice. Y entonces me dijo, George, ve y acaba con la tiranía en Irak. Y lo hice".
(http://iarnoticias.com/secciones_2005/norteamerica/0085_bush_alienado_religioso_07oct05.html)
Cosas de estas le hacen dudar a uno de si Bush dejó el alcohol o tan solo es idiota.


2-LA NEGACIÓN DE LA RAZÓN (FANATISMO) Y LA IDENTIFICACIÓN DE LA DUDA COMO RELATIVISMO

Tirando de Descartes -como dice ente- romperé con la tentación de emitir un silogismo del tipo Bush es idiota, Bush es americano luego todos los... (Esto a demás de una generalización no serviría de nada)

Descartes rompió con su método toda la escolástica previa ( y la forma de conocimiento a partir de silogismos como el que he estado tentado de acometer más arriba), abrió las puertas a nuestro consolador/fetiche intelectual favorito “el Método”.
Bien, es verdad que Descartes aplicó la Duda Metódica pero no por ello fue relativista, si es verdad que como dice ente se enfrentó al terror de la nada existencialmetodológica. Seguro que (repito a pesar de no serlo) hubo quien - avant la lettre - le llamó relativista o cuanto menos hereje, ya que transformó todo el criterio de verdad de la época, el eje de toda la concepción del mundo y del conocimiento, sobre el eje de la Razón desarrolló el criterio y medio de verdad transformando todo el pensamiento. Ahora bien, la critica al relativismo curiosamente no pasa por este criterio de razón.

Es habitual el descrédito al relativista (ético y epistemológico) en base a dos pilares; la supuesta ausencia de razonamiento de lo que se entiende por relativismo “todo vale igual nada vale nada”. Y en segundo lugar, el descrédito en base a la superioridad etnocéntrica, no es aplicable determinada idea porque nuestra cultura está más avanzada, algo así: “esto no es relativo es diferente, nosotros estamos por encima en todos los ámbitos”. Muchas veces el solo hecho de dudar racionalmente del discurso oficial supone ser tachado de relativista en general (inexistente) y descreído…en definitiva un completo enemigo, negando toda posibilidad de dialogo racional y relegándonos al fanatismo.

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Buf, me estoy pasando en extensión, me disculpen, es lo que tiene pertenecer a la clase ociosa veraniega… Lo que sigue lo pueden dejar para otro día…yo preferiría que no pero no todos estamos hoy por hoy en la misma situación. (Mejor lo cuelgo como otro comentario)...

S. Christian dijo...

UN EJEMPLO DE LO DICHO, INTENTO DE DESCRÉDITO DE LA DUDA Y LA CRÍTICA ETIQUETADAS DE RELATIVISMO:

Más arriba hemos tratado el relativismo como arma arrojadiza, es decir, la visión deformada a partir de sus críticos, pero ¿es posible el relativismo? Pues suscribo lo dicho por Javi, depende, es decir, en qué contexto, qué tipo de relativismo (aplicado a qué y desde que ámbito) no voy a repetir lo dicho. Pero si lo voy a ilustrar con una curiosa discusión que tuve en un entorno académico. Permítanme que reproduzca parte de ésta, con las desvirtuaciones subjetivas que pueda introducir, pero por encima de éstas pueden hacerse una idea de cómo se tacha de relativista lo que genera cierta duda, y como la duda es necesaria para validar el qué conocemos. Todo esto expuesto, a mi juicio, por Javi.

Era una tarde de verano en un curso de historia, uno de los ponentes dijo algo aparentemente obvio pero que a más de uno le hizo temblar las canillas, “lo que conocemos de la historia a partir de sus textos no es la realidad histórica sino la realidad de la fuente, que en ocasiones no refleja la realidad histórica”. No se hicieron esperar las sonrisitas, los gestos de descrédito, los aspavientos… y demás gestos y muescas estúpidas de aquellos que se empeñas en demostrar su adherencia (como la grasa) al corpus académico. A este ritmo bailaron multitud de asistentes que participaron para criticar lo dicho, primero desde las matizaciones y después desde la amenaza o el descrédito por ser (supuestamente) las dudas expuestas irracionales o al menos que imposibilitaban el hecho de conocer,pero curiosamente se tiró de un silogismo para desacreditar tal afirmación. Me explico, se dijo algo así: “los textos es a partir de lo que conocemos y si dudamos de estos entonces no hay nada que conocer, todo es relativo… Lo cual parece despertar miedito y hacer temblar las estructuras psíquicas del conocimiento como institución y como percepción individual.
Como este tema me pone y como el último en hablar era un alumno (a pesar de doblarme la edad) me animé a exponer ciertas matizaciones respetuosas pero que romperían por completo el silogismo anterior. Creo recordar que dije algo así en “esencia”: “No estoy de acuerdo en que “dudar” de las fuentes nos lleve a la imposibilidad de conocer, sino más bien nos llevará a saber mejor que es lo que podemos conocer, por ejemplo, en sociología y más en concreto en investigación sobre la realidad social todos los días está sobre la mesa (también valido para antropología, políticas…) lo que el sujeto piensa, dice, cree que ha de decir y lo que hace (entre otras muchas cosas), ahora bien, en las fuentes (estadísticas) solo aparece uno de estos aspectos y a veces constreñidos por alguno de los otros y no sabemos muy bien por cual. Ahora bien, el hecho de dudar sobre la validez de una encuesta, nos lleva a pensar que otros elementos nos pueden ayudar a conocer algo. Es decir la Duda nos ayuda a desarrollar estrategias y formas de acercarnos a esa realidad que queremos conocer, por lo que nos ayuda desarrollando nuevas formas de ver la “realidad” a estudiar. Más aún si como es el caso de la historia los textos oficiales reflejan la visión hegemónica, nos metemos en el campo de la violencia, la dominación, que podemos ver abordado en Foucault entre otros.”(no pude evitar hablar de la violencia)
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Bueno, pues después de esta historieta vemos como no gusta la duda (aunque sea crítica constructiva) y como ésta rápidamente se tacha de relativismo malvado y se exilia al descrédito más absoluto sin necesidad de dar ningún argumento racional, solo el miedo y la inseguridad les impulsa a actuar.


En fin, muy buena aportación, Felicidades Javi. He disfrutado leyendo y trabajando el tema,(aun no hemos acabado, falta las aportaciones del resto y las aclaraciones que te plazcan, no hace falta decirlo…pero ya lo he escrito, jejje jeeee.ejem.) Un abrazo a tod@s

Anónimo dijo...

Por partes; no quiero repetir lo que aquí se ha dicho acerca de este tan "maldito relativismo", de forma acertada bajo mi punto de vista. Sencillamente se trataba de exponer la contradicción de esas acusaciones de "relativismo" (como los "herejes").
En el plano teórico, la duda (la palabra crítica provoca problemas gastrointestinales en todo aquél que sea antimarxista o le entre el miedo por perder el statu quo) o el "relativismo hermeneutico" es imprescindible, a menos que pretendamos establecer ciertos textos como dogmas de fe (como decía Christian); los textos y especialmente sus posteriores investigaciones/interpretaciones/ desvirtuaciones/manipulaciones. Imagino que el profesor más arriba mencionado (no sé quién daría el curso) sería Elorza, Álvarez Junco o alguno de esa "escuela". Porque los "expertos o investigadores contrastados" (y, visto lo visto, más en Historia) establecen un texto como referencia, aplicando después sus exégesis (que no el texto en sí mismo) como verdad absoluta, cuando lo que están haciendo es un ejercicio continuo (particular) de "relativismo metateórico", acusando al mismo tiempo (como esa arma arrojadiza de la que se habló al principio) de relativista a todo aquél que lo discuta; lo paradójico del caso es que su interpretación es básicamente eso, no siempre o más bien, "nunca del todo" acertada: la acusación de relativista es relativismo en sí mismo. Porque el "relativismo de facto" (político-social), el "todo es relativo o todo-nada vale" es una cuestión "súper estructural" (si se me permite el concepto, y no os apresureis a tomarme por dogmático, por favor). Cuando se "acusa" (sí que les da miedo, sí) de relativismo se salvaguarda un "relativismo fáctico", el "yo tengo razón porque soy superior (como habéis dicho), pero partiendo de una interpretación individual o, a lo sumo, reducida". Ese "nada es verdad o mentira sino depende del color (dolor) del cristal con el que se mira" sirve como deslegitimación de ciertas realidades sociales ("objetivamente") existentes, llámense violencia estructural, antagonía de clase o habitus. Es decir, a través del relativismo relativista se engendra una violencia simbólica perpetuadora de ese "relativismo aparente" (pero "nacional y despóticamente estructurado", diría Beck), el que permite garantizar la [su] verdad oficial, bajo la máscara de la "tolerancia" (o falso relativismo). Si destruyes la duda (crítica) y acusas de dubitativo al crític@, la esquizofrenia pragmática se torna blindaje metodológico (y social). Y, a tenor de los resultados y desvirtuaciones bajo el nombre "relativismo", parece que les funciona.
PD: se ha mencionado el multiculturalismo, debate que podría resultar constructivo pero correspondería a otra discusión/construcción diferente y no voy a aburrir más al personal.
Un abrazo y gracias
Un abrazo y gracias

ente dijo...

Me parece q no se me entendió bien. Yo digo viva el relativismo! Descartes encontró la solución al problema q le planteaba el relativismo: Cogito ergo sum. Yo es una constante.

Rilke: "Es bueno estar solo, porque también la soledad resulta difícil. Y el que algo sea difícil debe ser para nosotros un motivo más para hacerlo."

Anónimo dijo...

Yo no es una constante, y menos en ciencias sociales. Ah, si empezamos a desmenuzar a Descartes lo mismo nos acojonamos; "cogito ergo sum" no siempre es tan "cogito", por entendernos. ¿Qué es constante? Sum, aunque sea un "sum" gris...¿qué tal la longue durée de Braudel como constante?

S. Christian dijo...

Bueno, cuanto revuelo sigue levantando viejo Descartes, antes de perdemos en la semántica intento aclarar lo que entendí y lo que quise decir, para ver si hay un poco de consenso, que seguro que si.

Descartes se encontraba con un problema a la hora de investigar y era la escolástica que solo conocía a partir de silogismos, partiendo de una premisa general que era algo así como las verdades de la iglesia (y el método aristotélico) del tipo Dios es omnipresente, el hombre no es dios luego el hombre no es omnipresente… pero todo conocimiento acababa ( o empezaba) a partir de la premisa innegable de alguna “verdad” sobre dios. Total que se hacía imposible conocer nada nuevo. Frente a esto Descartes elaboró su método, a saber, (brevemente) descomponer el problema en partes, de las más sencillas a las más complejas, jerarquizarlo y revisarlo todo. El problema es que lo más sencillo era lo innegable desde el punto de vista racional (todo un avance para la época –envidiable en nuestros días-). Esa primera verdad es la de “no puedo negar que pienso” luego soy “una cosa que piensa” … (por cuestiones de su contexto vital tuvo que anclar eso a la cuestión de que conozco porque hay un ser más perfecto que es Dios… pero vamos eliminado dios del esquema sigue funcionando). A mi juicio el mayor problema de Descarte es que dividió la mente del cerebro, es decir, la razón del cuerpo, pero no es un error tan grabe para la época (imperdonable hoy en día, a mi juicio) ni tampoco es el motivo de este comentario, así que como el multiculturalismo lo dejamos para otro día.

Ahora bien, yo lo que dije es que a Descartes se le podía haber acusado de relativismo, (por lo del afán de identificar critica con relativismo) pero él nunca “pecó” de ello pues puso en duda (critica) todo el sistema previo y elaboró otro que él creía el definitivo (no se ha equivocado mucho hasta ahora). No dejó huecos para el relativismo. ¿no?
En mi vida cotidiana me gusta relativizar los sucesos que me acontecen, quizá un poco por deformación antropológica o existencial, creo que relativizar y ser relativistas en algunos contextos puede sernos útil, no se hasta que punto en el ámbito del método o de la ética pero en el plano existencial/filosofía/individual a mi me ayuda.

En segundo término, lo de las constantes, pues parece que coincido con lo dicho, las ciencias sociales buscan encontrar constantes (inexistentes más allá del estudio) pero esa es la característica de todo esto, el intento de investigar la vida en movimiento y para ello solo lo podemos parar para analizarlo (solo conocemos el cuerpo una vez lo matamos) y después se intenta inferir la conclusión a la realidad social en movimiento a partir de identificar constantes…
La validez de éstas pues bueno, discutible, criticable, pero eso es lo que se hace… esto me recuerda la descripción que se suele hacer sobre los economistas, dice algo así: “el economista es ese tipo que hace una teoría sobre lo que va a pasar y después te explica porque no ha pasado” era así más o menos (si alguien se acuerda que la cuente mejor por favor que soy un cafre para estas cosas). Ya que me he animado y para rebajar el tono os cuento otra sobre los sociólogos, esta es una historieta breve:

Un tipo se tira de un edificio y cae a lacera aunque, alrededor de éste se forma un corro de gente preguntándose que ha pasado, en esto llega un sociólogo y se pone a explicar que si las causas del suicidio, que si los cambios en los ritmo de vida, que si… mientras habla una de las personas le pregunta al suicida herido ¿qué es lo que pasa? A lo que el suicida frustrado le responde “no se, acabo de llegar”.