Hablando de relativismo…
El diálogo en torno al relativismo parece poseer una volatilidad elevada, siendo capaz de abordar en una misma frase filosofía, sociología, política o antropología, lo que puede enriquecerlo, hacerlo difuso o incluso ilegible.
El miedo causado por el relativismo, el miedo a la duda[1], puede obedecer a la soberbia herida de quienes se dan cuenta de que Dios… o tal vez la Diosa Razón no son omnipotentes, siendo así huérfanos y viendo cómo la razón parece reducirse a mero (aunque nunca despreciable) instrumento de comunicación entre personas, de gran utilidad para el diálogo. Puede llegar a dar miedo descubrir que los valores y dogmas en los que se cree son falsos, pero más aún descubrir la Verdad. Si no hay Verdad no hay necesidad de crítica y cuestionamiento, todo es posible y nadie podrá venir a pedirme cuentas, no hay deber. Sin Verdad se vive mucho más tranquilo. Creo que el idiota alegre no tuvo nunca dilemas morales. Aceptar la existencia de proposiciones innegables, fundamentos capitales… puede acarrear el estigma del dogmatismo, extremismo, fundamentalismo, especialmente repugnante si es en su acepción moral. Pues bien, tal vez sea conveniente recordar que hace falta cierta dosis de valentía para llegar a aceptar unas ideas y no cambiarlas ante la burla, la estigmatización, la amenaza e incluso la muerte. Sócrates, Gandhi, Luther King o Iqbal Mashib son claro ejemplo de ello, y no son rasgos representativos de su pensamiento el pesimismo dogmático. Identificar antirrelativismo[2] con adorar a ídolos es como igualar la duda a la mentira, aunque no si se parte de la base de que el relativismo es algo que atemorice a todo aquel que esté en contra. Lo cual es mucho suponer.
El por qué de la respuesta ante quienes pretenden imponer (no pensar) el todo vale no es sólo causa del miedo, también puede ser defensa de aquellos que podrán salir peor parados. Cuando la palabra pierde su valor, se impondrá siempre la voluntad del más fuerte, es por ello que siempre defenderán el relativismo aquellos que no se vean directamente perjudicados por lo que dicen, al menos en un primer momento, siempre se podrá después sentenciar cualquier situación con un tergiversado yo sólo sé que no sé nada, todo depende... ¿Alguien relativiza su sueldo con aquellos que son explotados laboralmente? Sí, claro, Rajoy o nuestro Presidente podrán decir eso de “no cobro tanto como parece”, que lo de llevarse 8.000 o 9.000€ al mes tampoco es para tanto, y mucho menos una canallada. Obvio es que el relativismo no obedece a clamor popular alguno ni ha sido baza fundamental en elecciones. Lo interesante es que muchas veces desde los tan famosos círculos de intelectuales, o progresía política, suele dársele cancha a relativizar. ¿Qué relativizamos? ¿Se trata de alguna devoción por la antropología de Kottak? Desde una perspectiva estructuralista en la que la sociedad-masa es constantemente bombardeada y modulada por medios de comunicación e intereses políticos al servicio de la lógica neocapitalista. Ninguna de las ideas “de moda” contradice, en esencia, el funcionamiento de la máxima eficiencia[3]. Muy difícil se hace el ataque contra la causa de ningún problema humano de forma estructural a no ser que se obtenga una renta a cambio, lo cual es imposible siempre y cuando siga primando el capital sobre el hombre. No lo han hecho aquellos que están en el poder, para seguir siendo elite; ni tampoco los relativistas, especialistas en la inacción.
Relativismo, filosofía, ciencia, teología…
El relativismo es duda y humildad, curiosidad y desconocimiento, pero como éstos ya existen como cualidades independientes, sólo parece necesaria su unión como cuerpo soldado en un concepto para que no se nos olvide a aquellos que decimos hacer “ciencia social” que hay mucho que ver y puede que nos haga pensar y reflexionar acerca del mundo que nos rodea. Este relativismo es como el joven rebelde que pateó los culos de concepciones tradicionales de Verdad, Racionalidad y Conocimiento. Este relativismo de primer orden[4] es el de Barley, el que muchas veces inspira no sólo en antropología, sino en historia o sociología. No hace más que establecer la dicotomía etnocentrismo-relativismo cultural, emic-etic… estableciendo una escala ideal en la que cada uno deberá descubrir dónde está. Sobre ese anhelo de objetividad metodológica que angustia a tantos, Mills hace una muy buena puntualización y nos anima a darnos cuenta de qué valores siguen estando implícitos haciéndolos, mediante este mismo descubrimiento, explícitos evitando el prejuicio, no el análisis según valores[5].
Otro relativismo posee una característica inconsistencia interna, una autorrefutación que hace necesario parchear u obviar muchos argumentos intrínsecos a su lógica interna para que “A, de donde se deriva no-A” no acabe borrando de un plumazo todo el acervo de conocimiento, toda cultura. Este relativismo, de segundo orden, parte de la base de que la cultura no condiciona, sino que determina a todos los miembros de una sociedad. Es de ahí de donde podrá deducirse el “todo vale” o lo que es peor: “nada me obliga”. El joven rebelde no siempre podrá ser un niñato, deberá descubrir cómo y qué lo hace persona y qué no para no acabar padeciendo el famoso síndrome de Peter Pan.
En lo que al campo teológico se refiere, sería conveniente leer a autores como J.Hick y P.Knitter.
J. Hick, inspirándose en la filosofía de Kant llegó a la conclusión de que lo Absoluto no puede darse en la Historia. Pero no sólo eso, sino que defiende en su pensamiento que afirmar lo contrario es propio de fundamentalistas. Este calificativo queda más que justificado al referirlo en su obra a aquellos que creen que Jesucristo es algo más que una figura histórica. Además, estos fundamentalistas son una amenaza fundamental (valga la redundancia) para la tolerancia y la libertad, intocables banderillas de la modernidad y de nuestro tiempo. Ni qué decir tiene que con su pensamiento, también modifica el significado del diálogo. En el esquema establecido por Hick, un diálogo entre un fascista y un ecologista estará precedido de la mutua aceptación de que los valores del otro están al mismo nivel.
Por su parte, P.Knitter intentó hacer una teología de la religión pluralista y unirla con la teología de la liberación, dando como resultado un código de ritos como cuerpo básico de esta concepción religiosa. Si la Verdad no existe, pongámosle todas las caretas que encontremos, parecen ser de talla única y sientan bastante bien.
Hick y Knitter no gozan de popularidad dentro de la sociología, no acaparan demasiadas portadas en la prensa. Pero, ¿hasta qué punto en nuestra sociedad, medios de comunicación e incluso círculos intelectuales está presente lo que afirman?
Repercusión social
¿Qué sociedad genera una cultura en la que todo vale? Una sociedad en la que el más fuerte aplasta al indefenso. Eso sí, el que tenga más dinero andará listo y comprará a los medios de comunicación y quien presida un partido gozará de sueldo de sin-vergüenza. Esto no es miedo al hombre, ni pesimismo, es denuncia frente a quienes dicen que todo habrá que verlo, negociarlo, consensuarlo (mintiendo), siempre que ondee una patética bandera de tolerancia. Si hay algo que ha caracterizado a las grandes figuras del pensamiento ha sido que poseían una escala de valores, unas ideas que defender, con las que poder entablar diálogo. El que haya habido guerras de religión o por intereses políticos no significa que la fe o la ideología política, conduzcan al fundamentalismo y la guerra. Si miramos en la Historia de manera crítica, esta idea se desvanece ante la obviedad de los hechos.
La tan alabada tolerancia, impregnada con un pegajoso poder de cohesión social, creo que debería ser reformulada como pereza moral, o moral de vagos. La crítica en muchos casos se limita a escoger entre El País o El Mundo para saber qué versión habrá de defenderse a ultranza como verdad verdadera. La sociedad se convierte en masa, y la masa así en caja de resonancia de concepciones del mundo que no han sometido a crítica aquello de lo que hablan. ¡No a la guerra de Irak!, ¡No al terrorismo que salpica de sangre nuestras calles! Si la vida del ser humano posee valor, lo cual podría ser deducible del dolor que la barbarie de 2004 conmocionó a nuestra sociedad, es obligación moral de cada uno, individual y comunitariamente, luchar porque todo ser humano pudiese vivir. Aunque a ojos de un relativista ello pudiera convertir a aquellos que la defienden en totalitaristas de la vida. ¿Cuántas pancartas relativizaron los atentados? ¿Cuántos diálogos al respecto? Pancartas ninguna, cuando la vida habla los imbéciles suelen ser más prudentes y relativizar con el peinado en vez de con muertos. Diálogos, pocos. Y por cierto, en la tele no hay pseudointelectuales y no se dialoga, simplemente se lucha por despedazar la argumentación del otro repitiendo fielmente el guión fijado mientras el piloto rojo de la cámara de turno indique que dura la función.
Un saludo a nuestros parlamentarios
Lo de que la derecha cree en la trascendencia mientras la falsa izquierda[6] apuesta por el pragmatismo electoral, me parece dar demasiada metafísica a los primeros, dando por sentado que ambos obedecen a la lógica atrápalo-todo. Para igualar la cosa déjenme decir que ambos se dicen defensores de la paz y la democracia, para lo cual son necesarias las armas. Irónicamente (o cínicamente) esto podría aplicarse tanto a aquellos que ven en Irak el máximo exponente del terrorismo internacional como en aquellos cuyo Gobierno ha aprobado el mayor presupuesto en I+D militar en toda la Historia de nuestro país. El hecho de que en nuestro arco parlamentario sólo haya derecha y ultraderecha, bien podría ser motivo de otro texto a redactar, lo que no parece necesario discutir para evitar redundancias es que en el juego político las reglas establecen que todo ha de ser sometido a ellas. Es decir, en la política profesional y democrática vigente en nuestro país, se puede jugar con todo.
Conclusiones
En mi opinión, hay valores absolutos y verdades irrefutables, aunque éstos no deban ser nunca impuestos a nadie; sí aceptados o negados. El relativismo no es cuerpo filosófico, como mucho es corriente de pensamiento, constantemente recuerda la necesidad de cautela a la hora de conocer el mundo que nos rodea. El relativismo puede ser también arma arrojadiza contra cualquier construcción de pensamiento. Una vez más el quid parece ser previo al relativismo mismo, para residir una vez más en el uso que el hombre haga de él. Esta función higiénica para la ciencia por su labor de cobertura, puede verse pervertida si se pasa de la esfera intelectual a la política y social, cuando se pretende rehuir de cualquier posicionamiento impregnándolo todo con tolerancia. Los límites de lo conocible están en el hombre, los límites de lo tolerable en la sociedad. Las formas en las que afrontarlo son numerosas al no ser la sociedad un corpus homogéneo, pero siempre será mejor que sea mediante el diálogo, la discusión, manifestación libre de lo que se piensa, no por la imposición ni la violencia. Ese hombre social debe responder si vive de o con sus semejantes. El parásito social seguirá cantando que todo depende mientras sus intereses queden por encima, y otros no verán más que diversidad personal y cultural, en las que habrá nexos de unión y antagonismos que no puede compartir… ni respetar.
29/10/07
[1] La duda es algo que tienen en común las personas en muchas ocasiones a lo largo de la vida, independientemente de metodologías, paradigmas, credos o ideologías. Nada más, pero nada menos.
[2] Entiéndase antrirrelativismo como no-relativista. No tiene por qué ser una negación absoluta de cualquier acepción de relativismo.
[3] Si ser rebelde vende, ser un “rebelde relativista” también puede colar.
[4] Diferenciación entre relativismo de primer y segundo orden escrito por Luis Vega en el diccionario crítico de Ciencias Sociales, UCM.
[5] La postura de Mills ha de ser entendida en su contexto histórico, donde la sociología se desarrolló a la sombra de intereses políticos y fue instrumentalizada en gran parte en su aplicación al marketing. Afirma que toda investigación obedece a valores, que es imposible obviarlos completamente, por eso lo propio del artesano social es revelar cuáles son. Con las cartas boca arriba es como realmente se entienden las estrategias de los jugadores.
[6] Izquierda es mucho decir, pero hasta que no nos acostumbremos a llamar a las cosas por su nombre, seguirá gozando de unas siglas que ya no le corresponden: P¿S0?E, ¿I?U, ¿E?RC…
El diálogo en torno al relativismo parece poseer una volatilidad elevada, siendo capaz de abordar en una misma frase filosofía, sociología, política o antropología, lo que puede enriquecerlo, hacerlo difuso o incluso ilegible.
El miedo causado por el relativismo, el miedo a la duda[1], puede obedecer a la soberbia herida de quienes se dan cuenta de que Dios… o tal vez la Diosa Razón no son omnipotentes, siendo así huérfanos y viendo cómo la razón parece reducirse a mero (aunque nunca despreciable) instrumento de comunicación entre personas, de gran utilidad para el diálogo. Puede llegar a dar miedo descubrir que los valores y dogmas en los que se cree son falsos, pero más aún descubrir la Verdad. Si no hay Verdad no hay necesidad de crítica y cuestionamiento, todo es posible y nadie podrá venir a pedirme cuentas, no hay deber. Sin Verdad se vive mucho más tranquilo. Creo que el idiota alegre no tuvo nunca dilemas morales. Aceptar la existencia de proposiciones innegables, fundamentos capitales… puede acarrear el estigma del dogmatismo, extremismo, fundamentalismo, especialmente repugnante si es en su acepción moral. Pues bien, tal vez sea conveniente recordar que hace falta cierta dosis de valentía para llegar a aceptar unas ideas y no cambiarlas ante la burla, la estigmatización, la amenaza e incluso la muerte. Sócrates, Gandhi, Luther King o Iqbal Mashib son claro ejemplo de ello, y no son rasgos representativos de su pensamiento el pesimismo dogmático. Identificar antirrelativismo[2] con adorar a ídolos es como igualar la duda a la mentira, aunque no si se parte de la base de que el relativismo es algo que atemorice a todo aquel que esté en contra. Lo cual es mucho suponer.
El por qué de la respuesta ante quienes pretenden imponer (no pensar) el todo vale no es sólo causa del miedo, también puede ser defensa de aquellos que podrán salir peor parados. Cuando la palabra pierde su valor, se impondrá siempre la voluntad del más fuerte, es por ello que siempre defenderán el relativismo aquellos que no se vean directamente perjudicados por lo que dicen, al menos en un primer momento, siempre se podrá después sentenciar cualquier situación con un tergiversado yo sólo sé que no sé nada, todo depende... ¿Alguien relativiza su sueldo con aquellos que son explotados laboralmente? Sí, claro, Rajoy o nuestro Presidente podrán decir eso de “no cobro tanto como parece”, que lo de llevarse 8.000 o 9.000€ al mes tampoco es para tanto, y mucho menos una canallada. Obvio es que el relativismo no obedece a clamor popular alguno ni ha sido baza fundamental en elecciones. Lo interesante es que muchas veces desde los tan famosos círculos de intelectuales, o progresía política, suele dársele cancha a relativizar. ¿Qué relativizamos? ¿Se trata de alguna devoción por la antropología de Kottak? Desde una perspectiva estructuralista en la que la sociedad-masa es constantemente bombardeada y modulada por medios de comunicación e intereses políticos al servicio de la lógica neocapitalista. Ninguna de las ideas “de moda” contradice, en esencia, el funcionamiento de la máxima eficiencia[3]. Muy difícil se hace el ataque contra la causa de ningún problema humano de forma estructural a no ser que se obtenga una renta a cambio, lo cual es imposible siempre y cuando siga primando el capital sobre el hombre. No lo han hecho aquellos que están en el poder, para seguir siendo elite; ni tampoco los relativistas, especialistas en la inacción.
Relativismo, filosofía, ciencia, teología…
El relativismo es duda y humildad, curiosidad y desconocimiento, pero como éstos ya existen como cualidades independientes, sólo parece necesaria su unión como cuerpo soldado en un concepto para que no se nos olvide a aquellos que decimos hacer “ciencia social” que hay mucho que ver y puede que nos haga pensar y reflexionar acerca del mundo que nos rodea. Este relativismo es como el joven rebelde que pateó los culos de concepciones tradicionales de Verdad, Racionalidad y Conocimiento. Este relativismo de primer orden[4] es el de Barley, el que muchas veces inspira no sólo en antropología, sino en historia o sociología. No hace más que establecer la dicotomía etnocentrismo-relativismo cultural, emic-etic… estableciendo una escala ideal en la que cada uno deberá descubrir dónde está. Sobre ese anhelo de objetividad metodológica que angustia a tantos, Mills hace una muy buena puntualización y nos anima a darnos cuenta de qué valores siguen estando implícitos haciéndolos, mediante este mismo descubrimiento, explícitos evitando el prejuicio, no el análisis según valores[5].
Otro relativismo posee una característica inconsistencia interna, una autorrefutación que hace necesario parchear u obviar muchos argumentos intrínsecos a su lógica interna para que “A, de donde se deriva no-A” no acabe borrando de un plumazo todo el acervo de conocimiento, toda cultura. Este relativismo, de segundo orden, parte de la base de que la cultura no condiciona, sino que determina a todos los miembros de una sociedad. Es de ahí de donde podrá deducirse el “todo vale” o lo que es peor: “nada me obliga”. El joven rebelde no siempre podrá ser un niñato, deberá descubrir cómo y qué lo hace persona y qué no para no acabar padeciendo el famoso síndrome de Peter Pan.
En lo que al campo teológico se refiere, sería conveniente leer a autores como J.Hick y P.Knitter.
J. Hick, inspirándose en la filosofía de Kant llegó a la conclusión de que lo Absoluto no puede darse en la Historia. Pero no sólo eso, sino que defiende en su pensamiento que afirmar lo contrario es propio de fundamentalistas. Este calificativo queda más que justificado al referirlo en su obra a aquellos que creen que Jesucristo es algo más que una figura histórica. Además, estos fundamentalistas son una amenaza fundamental (valga la redundancia) para la tolerancia y la libertad, intocables banderillas de la modernidad y de nuestro tiempo. Ni qué decir tiene que con su pensamiento, también modifica el significado del diálogo. En el esquema establecido por Hick, un diálogo entre un fascista y un ecologista estará precedido de la mutua aceptación de que los valores del otro están al mismo nivel.
Por su parte, P.Knitter intentó hacer una teología de la religión pluralista y unirla con la teología de la liberación, dando como resultado un código de ritos como cuerpo básico de esta concepción religiosa. Si la Verdad no existe, pongámosle todas las caretas que encontremos, parecen ser de talla única y sientan bastante bien.
Hick y Knitter no gozan de popularidad dentro de la sociología, no acaparan demasiadas portadas en la prensa. Pero, ¿hasta qué punto en nuestra sociedad, medios de comunicación e incluso círculos intelectuales está presente lo que afirman?
Repercusión social
¿Qué sociedad genera una cultura en la que todo vale? Una sociedad en la que el más fuerte aplasta al indefenso. Eso sí, el que tenga más dinero andará listo y comprará a los medios de comunicación y quien presida un partido gozará de sueldo de sin-vergüenza. Esto no es miedo al hombre, ni pesimismo, es denuncia frente a quienes dicen que todo habrá que verlo, negociarlo, consensuarlo (mintiendo), siempre que ondee una patética bandera de tolerancia. Si hay algo que ha caracterizado a las grandes figuras del pensamiento ha sido que poseían una escala de valores, unas ideas que defender, con las que poder entablar diálogo. El que haya habido guerras de religión o por intereses políticos no significa que la fe o la ideología política, conduzcan al fundamentalismo y la guerra. Si miramos en la Historia de manera crítica, esta idea se desvanece ante la obviedad de los hechos.
La tan alabada tolerancia, impregnada con un pegajoso poder de cohesión social, creo que debería ser reformulada como pereza moral, o moral de vagos. La crítica en muchos casos se limita a escoger entre El País o El Mundo para saber qué versión habrá de defenderse a ultranza como verdad verdadera. La sociedad se convierte en masa, y la masa así en caja de resonancia de concepciones del mundo que no han sometido a crítica aquello de lo que hablan. ¡No a la guerra de Irak!, ¡No al terrorismo que salpica de sangre nuestras calles! Si la vida del ser humano posee valor, lo cual podría ser deducible del dolor que la barbarie de 2004 conmocionó a nuestra sociedad, es obligación moral de cada uno, individual y comunitariamente, luchar porque todo ser humano pudiese vivir. Aunque a ojos de un relativista ello pudiera convertir a aquellos que la defienden en totalitaristas de la vida. ¿Cuántas pancartas relativizaron los atentados? ¿Cuántos diálogos al respecto? Pancartas ninguna, cuando la vida habla los imbéciles suelen ser más prudentes y relativizar con el peinado en vez de con muertos. Diálogos, pocos. Y por cierto, en la tele no hay pseudointelectuales y no se dialoga, simplemente se lucha por despedazar la argumentación del otro repitiendo fielmente el guión fijado mientras el piloto rojo de la cámara de turno indique que dura la función.
Un saludo a nuestros parlamentarios
Lo de que la derecha cree en la trascendencia mientras la falsa izquierda[6] apuesta por el pragmatismo electoral, me parece dar demasiada metafísica a los primeros, dando por sentado que ambos obedecen a la lógica atrápalo-todo. Para igualar la cosa déjenme decir que ambos se dicen defensores de la paz y la democracia, para lo cual son necesarias las armas. Irónicamente (o cínicamente) esto podría aplicarse tanto a aquellos que ven en Irak el máximo exponente del terrorismo internacional como en aquellos cuyo Gobierno ha aprobado el mayor presupuesto en I+D militar en toda la Historia de nuestro país. El hecho de que en nuestro arco parlamentario sólo haya derecha y ultraderecha, bien podría ser motivo de otro texto a redactar, lo que no parece necesario discutir para evitar redundancias es que en el juego político las reglas establecen que todo ha de ser sometido a ellas. Es decir, en la política profesional y democrática vigente en nuestro país, se puede jugar con todo.
Conclusiones
En mi opinión, hay valores absolutos y verdades irrefutables, aunque éstos no deban ser nunca impuestos a nadie; sí aceptados o negados. El relativismo no es cuerpo filosófico, como mucho es corriente de pensamiento, constantemente recuerda la necesidad de cautela a la hora de conocer el mundo que nos rodea. El relativismo puede ser también arma arrojadiza contra cualquier construcción de pensamiento. Una vez más el quid parece ser previo al relativismo mismo, para residir una vez más en el uso que el hombre haga de él. Esta función higiénica para la ciencia por su labor de cobertura, puede verse pervertida si se pasa de la esfera intelectual a la política y social, cuando se pretende rehuir de cualquier posicionamiento impregnándolo todo con tolerancia. Los límites de lo conocible están en el hombre, los límites de lo tolerable en la sociedad. Las formas en las que afrontarlo son numerosas al no ser la sociedad un corpus homogéneo, pero siempre será mejor que sea mediante el diálogo, la discusión, manifestación libre de lo que se piensa, no por la imposición ni la violencia. Ese hombre social debe responder si vive de o con sus semejantes. El parásito social seguirá cantando que todo depende mientras sus intereses queden por encima, y otros no verán más que diversidad personal y cultural, en las que habrá nexos de unión y antagonismos que no puede compartir… ni respetar.
29/10/07
[1] La duda es algo que tienen en común las personas en muchas ocasiones a lo largo de la vida, independientemente de metodologías, paradigmas, credos o ideologías. Nada más, pero nada menos.
[2] Entiéndase antrirrelativismo como no-relativista. No tiene por qué ser una negación absoluta de cualquier acepción de relativismo.
[3] Si ser rebelde vende, ser un “rebelde relativista” también puede colar.
[4] Diferenciación entre relativismo de primer y segundo orden escrito por Luis Vega en el diccionario crítico de Ciencias Sociales, UCM.
[5] La postura de Mills ha de ser entendida en su contexto histórico, donde la sociología se desarrolló a la sombra de intereses políticos y fue instrumentalizada en gran parte en su aplicación al marketing. Afirma que toda investigación obedece a valores, que es imposible obviarlos completamente, por eso lo propio del artesano social es revelar cuáles son. Con las cartas boca arriba es como realmente se entienden las estrategias de los jugadores.
[6] Izquierda es mucho decir, pero hasta que no nos acostumbremos a llamar a las cosas por su nombre, seguirá gozando de unas siglas que ya no le corresponden: P¿S0?E, ¿I?U, ¿E?RC…
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