Además del interesante debate acerca de las causas "micro" de la crisis y sobre la dinámica de la economía estadounidense, es necesario tener en cuanto el marco "macro".
En primer lugar, la crisis actual tiene su origen en los años '70: fue para reaccionar ante la crisis de entonces que el gran capital y los gobiernos de EE.UU e Inglaterra desencadenaron un movimiento ideológico, político, militar y económico que produjo lo que llamamos hegemonía neoliberal.
Casi cuarenta años después asistimos a la crisis y el agotamiento de aquella "solución" neoliberal. Pero no volvemos al punto de partido. El mundo actual es mucho más capitalista que el de los años '70, una vez que fueron en gran medida removidas las limitaciones impuestas por la existencia del "campo socialista" y por la fuerza de la izquierda en el interior de los países desarrollados.
También por eso, la crisis actual será mucho más compleja y mucho más profunda. Hasta porque no se trate de una crisis meramente "financiera", entre otros motivos porque el crecimiento de la especulación financiera es en si mismo una consecuencia de la propia dinámica contradictoria de la acumulación capitalista.
En segundo lugar, el agotamiento del neoliberalismo coincide con el declive relativo de la hegemonía de los Estados Unidos, sin que haya en el horizonte un sustituto y sin que las instituciones políticas formadas en el posguerra sean capaces de "administrar" la situación.
Declive relativo: los EE.UU continúan siendo la potencia hegemónica en los terrenos ideológico, político, militar e incluso en el económico. Pero esa hegemonía enfrenta crecientes problemas y contestaciones, parte de ellos (irónicamente) en consecuencia de la gran victoria que los EE.UU obtuvieron contras los socialistas, socialdemócratas y nacionaldesarrollistas, a lo largo de la década de los '80.
Evidentemente, no está en los planes de los EE.UU perder influencia. El telón de fondo de las elecciones presidenciales de noviembre de este año no es como "organizar la retirada", por lo contrario. No se debe descartar que de esta crisis surja una hegemonía renovada, tanto del capitalismo, como de los mismos Estados Unidos.
Por todo eso, muy en contra del fin de la historia, lo que vivimos y seguiremos viviendo en el próximo período es una brutal inestabilidad. Incluso porque el intenso "desarrollo"económico de la era neoliberal y sus consecuencias (ambientales, sociales, militares, políticas) debilitó y desbordó todas las instituciones políticas.
¿Cuál será la duración, la profundidad y cuáles las repercusiones de la crisis? No está claro todavía. Pero es notable que, en lugar del catastrofismo de la izquierda, estemos viendo el catastrofismo de la derecha: de respetables académicos hasta especuladores profesionales, creció el número y la estridencia de los que vaticinan el caos sistémico, señalando en la situación una mixtura de trazos del pre Primera Guerra con la crisis de los años '30 en los EE.UU, cuyos efectos - siempre es bueno recordad - no fueron totalmente superados por el New Deal, pero sí por la Segunda Guerra.
Aún descontando la ignorancia, el oportunismo y el pánico presentes en algunos de estos análises, especialmente las castizas, que en el fondo lo quieren es estimular el caos para que, basándose en él, hacer oposición a Lula, es necesario recordar que dónde hay mucho humo, algo de fuego hay. Hasta porque ellos saben, a veces mejor que nosotros, el tamaño de la orgía celebrada en los mercados financieros que, hasta ayer, eran la máxima prueba del "ingenio creativo" y del "espíritu animal" del capitalismo.
Por eso, un ojo en el gato y otro en el pescado. Estamos en mejor condición para enfrentar estar crisis, en alguna medida porque el actual gobierno (especialmente en el segundo mandato) adoptó políticas distintas de las del recetario clásico neoliberal. Pero el tamaño de la crisis no permite discursos ingenuos sobre el "tamaño de las reservas", ni creencias tontas en los supuestos buenos procedimientos de las grandes empresas nacionales.
De lo que necesitamos es doblar la apuesta en el mercado interno y en la integración continental; establecer controles sobre la entrada y salida de capitales; alterar la política de intereses; fortalecer pesadamente el Estado y la soberanía nacional sobre los recursos energéticos, por ejemplo ampliando el control de la Unión sobre las acciones de la Petrobrás. Estas y otras medidas en defensa de las mayorías, lo que incluye mantener y ampliar las políticas sociales y las políticas orientadas al desarrollo económico.
No basta, sin embargo, probar que estábamos en lo cierto en las batallas ideológicas de ayer y seguimos en lo cierto en las de hoy. Es necesario, también, trabar una batalla por el futuro, acerca del nuevo diseño del orden internacional. Y hacerlo desde una perspectiva socialista, pues al fin y al cabo lo que hay es una crisis del sistema capitalista. Y solo faltaba que, a la hora de la crisis, nos pusiéramos a ayudar a la bestia a levantarse otra vez.
Valter Pomar es secretario de relaciones internacionales del PT.
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