sábado, 13 de diciembre de 2008

* Marx y Weber se dan la mano (II)

Una vez iniciado el diálogo, es preciso que se produzca un intercambio de pareceres para evitar un tedioso monólogo: -“¿Racionalismo avanzado dijo usted?”-comienza con retórica -“¡Acumulación originaria!”- prosigue con la réplica.
Lo primero habla de un proceso sobrio y erudito, lo último de cambio incandescente. De un calor similar a la sangre que brota de la herida producida por una extirpación o una extracción dolorosa ejecutada sin anestesia ni analgésico alguno. La extirpación de una esencia de servilismo feudal y la extracción del sustento que enraizaba al hombre a la tierra misma que cultivaba. Pero la intervención, no obstante, dejó intacta la explotación, patología acuciante para la mayoría, negocio rentable para otros pocos. Todavía las manos entrelazadas en el saludo Marx da su respuesta. Una vez concluya la presentación cada uno tomará lugar frente al otro en torno a una mesa. Comienza el diálogo y todavía quedan sillas libres alrededor, quien quiera que tome sitio y escuche, pregunte, afirme o refute.


La acumulación originaria es definida por Marx como el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción, punto de partida del modo de producción capitalista. Este proceso dual se articuló en base a la expropiación de la tierra al campesinado y a todo el desarrollo legislativo que lo acompañó.

Con esta expropiación, el campesinado dejó de ser parte de la tierra y propiedad de los señores, pero vio también cómo desaparecía su único sustento, ahora pasaría a ser “libre”. Marx no tarda en hacer una crítica a los historiadores burgueses, ayudándolos a recalificar su “emancipación” del trabajador, y lo deja en el paso de un sistema de explotación feudal a un sistema de explotación capitalista.


El fundamento de esta acumulación originaria es la expropiación
de la tierra a los campesinos. Así, éstos dejan de cultivar una tierra de la que formaban parte para ver cómo éstas son convertidas en pastos o cotos de caza. Esta situación que comenzó a darse en el s. XV se acentuó en el XVI con la Reforma, donde fueron expropiadas también las tierras de la Iglesia y se negó a los pobres el derecho de recibir parte del diezmo como beneficencia. El sistema capitalista exigía que los medios de producción fueran transformados en capital y que el campesinado engrosara las filas de demandantes de empleo potenciando el crecimiento de las ciudades y las manufacturas.


Marx enfatiza y no escatima en detalles el carácter violento con el que este proceso tiene lugar. No sólo se quemaron las casas de los campesinos (estuvieran dentro o no) sino que se dispuso todo un elenco de leyes dedicadas a perseguir a los pobres, culpándoles a ellos de no tener trabajo, con penas que iban desde la flagelación pública hasta la condena a muerte, pasando por estancias en la cárcel, mutilaciones o marcas hechas con hierros incandescentes. El paréntesis weberiano casi inapreciable sobre la naturaleza propia del nuevo sistema de explotación es aquí descrito con mayor detalle por Marx:


“De esta suerte, la población rural, expropiada por la violencia, expulsada de sus tierras y reducida al vagabundaje, fue obligada a someterse, mediante legislación terrorista y grotesca y a fuerza de latigazos, hierros candentes y tormentos, a la disciplina que requería el sistema de trabajo asalariado”[1].


Las leyes principales destinadas a disciplinar a la nueva masa obrera perseguían a los vagabundos y personas sin empleo, regulaban el salario y prohibían terminantemente el derecho a asociación entre los trabajadores.


Para Marx la legislación sobre el trabajo asalariado es parte fundamental de la acumulación originaria pues suponía perpetuar e institucionalizar la pobreza y la explotación de la nueva clase (de hecho, como el salario máximo no era suficiente, solía compensarse bastante con un impuesto de beneficencia). La situación de los trabajadores era tal, que en el siglo XVI se decidió aumentar el salario máximo, pero como éste no tuvo en cuenta la devaluación de la moneda en realidad poco pudo subsanar, pues en realidad cobraban menos.
Después de 4 siglos de amoldamiento y extensión, en 1813 se decide derogar las leyes en torno a la regulación del trabajo y en 1825 aquellas que prohibían el derecho de asociación, pues el poder ya estaba en manos de la clase capitalista.

La imposición destinada la construcción de este nuevo sistema ya había dejado su impronta. Al igual que se sueltan las reses tras ser marcadas con la señal de su dueño, la clase obrera lucía ya una nueva seña, su explotación por el capital, en definitiva: su libertad…

…formal.


FELIZ NAVIDAD.




[1] Marx, Karl; Crítica de la economía política. Libro primero: El proceso de producción del Capital. Pág. 922.

3 comentarios:

Javier Rujas dijo...

Aunque no haya comentarios en este texto, quiero dejar claro que ha sido leído con interés. Al no suscitar polémica (parece que se agotó en cierta medida con el texto anterior) parece apiuntar a que no hay gran cosa que objetar. Es interesante cómo resalta el texto, desde Marx, la construcción histórica del capitalismo con el papel de la expropiación de los campesinos y la importancia de las leyes, sirviendo de contrapunto a las interpretaciones que, acentuando demasiado el carácter sistémico del capitalismo, lo convierten en entidad sobrehumana con vida propia y ajena a toda acción humana (el capitalismo, si bien goza obviamente de una "exterioridad" y autonomía relativas, lo perpetuamos todos). Me aventuro a decir que quizá la explicación de Marx va más a las causas y Weber más a condiciones que favorecen el desarrollo del capitalismo (el protestantismo), permitiendo el primero un análisis más general y "exportable" a otros contextos que el segundo (no explica el desarrollo del capitalismo en países europeos en los que domina otro tipo de ética religiosa).
Evidentemente, ello no significa que una interpretación sea más válida que la otra. De hecho, probablemente al estudiar un contexto más concreto, Weber da quizá una pista de la necesidad de hacer un análisis histórico más pormenorizado y comparativo del desarrollo del capitalismo que permita combinar el esquema general con las particularidades de cada caso.

Javier Rujas dijo...

Perdón Christian por dar por culo poniendo en otro comentario lo que se me había olvidado en el anterior.

Quería añadir sólo que la multitud de ejemplos de transición al capitalismo conocidos desde su implantación en Europa en el XIX (la que estudian Marx y Weber) hasta nuestros días (pienso en el paso al capitalismo en los antiguos países de la URSS, las antiguas colonias, en Asia, en el mundo musulmán,...) añade una mayor complejidad al problema, señalando otras formas de desarrollo del capitalismo que se salen en buena medida de ambos esquemas.

Bloggmaker dijo...

Me alegro de que el número de comentarios no siempre sea proporcional al interés que puedan suscitar las entradas.
La polémica ha sido aparentemente apaciguada con unos pocos comentarios, pero con el SALUDO no quería más que dejar explícito y a la luz del universo cibernético un alegato a favor de la lectura crítica y exhaustiva de todo autor que se crea conveniente sin negar nunca que dos o más de ellos, aún siendo políticamente opuestos, pueden coincidir en mayor o menor grado, en su análisis social.
Veamos qué tenemos delante, cómo se comporta, qué problemas tenemos... luego cada uno que actúe como considere conveniente.
Y no es cuestión baladí, pues es tradición "etiquetar" autores que no se han leído para poder desecharlos por lo que creen y no por lo que dicen.
Un saludo