martes, 9 de febrero de 2010

* Secularización, Modernidad e Hipermodernidad

No cabe duda de que la religión ha sido uno de los temas más estudiados desde el nacimiento de la sociología como ciencia moderna. Los primeros sociólogos compartían la idea de que la religión iría perdiendo fuerza con el advenimiento de la sociedad moderna, de hecho los padres de la sociología –Durkheim, Marx y Weber–, analizaron ese cambio social a través de la religión. Para ellos a medida que las sociedades se modernizaran y confiaran más en la ciencia y la tecnología para controlar y explicar el mundo social, tenía que producirse un proceso de secularización. Esta es la conocida como tésis de la secularización.

Aparece así el concepto de secularización como el proceso por el que la religión pierde su influencia sobre las distintitas esferas de la vida social. Según Díaz Salazar la secularización es un proceso socio-histórico a través del cual se establece, por un lado, una separación entre el factor religioso y los sistemas políticos, sociales y culturales; y por otro lado, crecientes sectores de la sociedad se alejan de los universos simbólicos religiosos.

Sin embargo, las luces de la modernidad –como en tantos otros aspectos– no pudieron llevar a cabo una verdadera secularización de las sociedades. Durante la modernidad la religión continuó estructurando los esquemas mentales de la gente en la vida cotidiana, no se dio una importante perdida de fe entre la población, y la religión continuó ocupando un lugar privilegiado en las instituciones públicas. En suma, la modernidad no trajo consigo una progresiva secularización de las sociedades, tal como plantearon los sociólogos clásicos, sino más bien un débil cambio secularizador más presente en las teorías modernizadoras que en la propia realidad.

Ha sido en sus últimos tiempos, con la llegada de la modernidad tardía o hipermodernidad tal como diría Lipovetsky, cuando se ha dado un proceso de secularización letal en sus consecuencias. Esta tendencia del proceso de secularización pone de relieve que en la época actual se están completando los sueños insatisfechos de la modernidad. Como dice Lipovetsky (2006) “el fin del modernismo negador de lo antiguo no significa el eclipse de lo moderno, muchos rasgos del fenómeno evidencian lo contrario, un nuevo impulso de modernización de la cultura […] Lo que hay en circulación es una segunda modernidad, desreglamentada y globalizada, sin oposición, totalmente moderna, que se basa en lo esencial en tres componentes axiomáticos de la misma modernidad: el mercado, la eficiencia técnica y el individuo. Teníamos una modernidad limitada y ha llegado el tiempo de la modernidad acabada.” (Lipovetsky 2006: 56-57 y 91).

Los datos llaman la atención sobre este silencioso pero letal proceso secularización que caracteriza nuestro tiempo. En este sentido podemos destacar dos procesos diferentes que están marcando la secularización en la modernidad tardía. Por un lado, encontramos una desinstitucionalización religiosa. La religión deja de tener peso político, y no solo por el avance de la laicidad sino porque se está dando un claro desapego hacia la Iglesia en tanto que institución. Por otro lado, se da un proceso lento pero constante de perdida de fe, especialmente entre las cohortes más jóvenes. Tal como se observa en las encuestas de opinión cada vez menos gente se define como creyente, cada menos personas pueden ser consideradas practicantes, cada vez menos gente cree en Dios… A continuación podemos observar algunos datos para el caso español.

Gráfico 1. Evolución de la autodefinición como católicos en España 1978-2007


Gráfico 2. Evolución de la práctica religiosa en España 1983-2005



A pesar de ello la hipermodernidad presenta también nuevas oportunidades para las religiones. La religión se encuentra ahora su refugio en las redes comunitarias. Como dice Lipovetzky “en el universo inseguro, caótico y atomizado de la hipermodernidad aumentan igualmente las necesidades de unidad y de sentido, de seguridad, de identidad comunitaria: es la nueva oportunidad de las religiones”. Parece entonces que el progreso de la secularización no conduce a un mundo totalmente racionalizado en el que la influencia social de la religión desaparezca. Secularización no significa irreligiosidad, sino que es también lo que reorganiza la religiosidad en el mundo de la autonomía terrenal. Estamos ante una “religiosidad desinstitucionalizada, subjetivada y afectiva” (Lipovetsky 2006).

Bibliografía:
Lipovetsky, Gilles. 2006. Los tiempos hipermodernos. Barcelona: Anagrama

Texto realizado por Rafa, G.