Un artículo publicado por El País el 20 de febrero, “Hillary Clinton y Obama recurren al populismo ante unas primarias clave”. Un análisis de contenido de este artículo señala una contradicción de las democracias liberales, a saber, un enfrentamiento entre la peble encarnada en las clases media y baja y la nueva aristocracia encarnada en elites financieras y culturales.
Ese recurrir del que consta el título del artículo, nos ofrece una visión del populismo como recurso. Ya que “la campaña electoral llega a los grandes Estados de Tejas y Ohio, donde se hace más patente la presión de los obreros, las clases medias y las minorías raciales”, un electorado que consume el recurso populista de los candidatos. A ese electorado constituido por la mayoría de la población, que incluyen, a grandes rasgos, mayor intervención en la economía, se le ofrece el discurso populista.
Populista de pueblo, plebe, vulgo. A lo que estructuralmente constituía antes el tercer estamento. Si en el discurso aquí expuesto no había suficientes cargas de valor, otro fragmento: “recurren como nunca a un discurso populista del que pueden quedar esclavos para el futuro”. Es decir que el discurso orientado a conseguir votos de las minorías mayoritarias les supondría, de ganar las elecciones, tener que gestionar el país de acuerdo con ese discurso. Es decir, tendrían que gobernarlo de acuerdo con la voluntad del pueblo. En palabras del autor, serían esclavos del pueblo.
En la foto del artículo, Hillary Clinton de espaldas al fotográfo –al lector- y de cara a sus seguidores, ¿hay foto más representativa de este discurso?
Nos encontramos, en este discurso, con una conversión –injustificada, en principio- de democracia en populismo.
En Wikipedia se definen los términos de la siguiente manera (sólo la definición de la cabecera):
Ese recurrir del que consta el título del artículo, nos ofrece una visión del populismo como recurso. Ya que “la campaña electoral llega a los grandes Estados de Tejas y Ohio, donde se hace más patente la presión de los obreros, las clases medias y las minorías raciales”, un electorado que consume el recurso populista de los candidatos. A ese electorado constituido por la mayoría de la población, que incluyen, a grandes rasgos, mayor intervención en la economía, se le ofrece el discurso populista.
Populista de pueblo, plebe, vulgo. A lo que estructuralmente constituía antes el tercer estamento. Si en el discurso aquí expuesto no había suficientes cargas de valor, otro fragmento: “recurren como nunca a un discurso populista del que pueden quedar esclavos para el futuro”. Es decir que el discurso orientado a conseguir votos de las minorías mayoritarias les supondría, de ganar las elecciones, tener que gestionar el país de acuerdo con ese discurso. Es decir, tendrían que gobernarlo de acuerdo con la voluntad del pueblo. En palabras del autor, serían esclavos del pueblo.
En la foto del artículo, Hillary Clinton de espaldas al fotográfo –al lector- y de cara a sus seguidores, ¿hay foto más representativa de este discurso?
Nos encontramos, en este discurso, con una conversión –injustificada, en principio- de democracia en populismo.
En Wikipedia se definen los términos de la siguiente manera (sólo la definición de la cabecera):
En sentido amplio, democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad general.
El populismo (del latín populus "pueblo") es un término político usado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales (institucionales e ideológicos), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al "pueblo". Además se le asocia a la demagogia, aunque esta se refiere al discurso mientras el populismo se esmera por tomar medidas "populares" ante la población general, sean o no de estricto rigor político.
No hay pues una definición a la que, a la luz de los datos presentados por el artículo, se excluya el fenómeno presentado, si bien es cierto que el campo semántico del texto acerca el fenómeno a la definición de populismo.
El populismo como recurso, “gruesas palabras de uno y otro que, probablemente, serán rentables para afronar esta decisiva ronda de elecciones”, aupado por el pueblo, se opone a “las dudas sobre la viabilidad de estas propuestas son práctiamente unánimes entre la comunidad de los mejores economistas del país”. A la opinión de los mejores economistas del país, léase a la aristocracia y, por extensión, a las elites económicas contra las que, se supone, actuarán tanto Clinton como Obama si ganan las elecciones, se le opone “la presión de los obreros, las clases medias y las minorías raciales”.
Lo de gruesas palabras no es baladí, es análogo a lo grueso de la población que representan, así como a lo grotesco de las palabras mismas. (1)
Detrás de este discurso se encuentra una ideología elitista cuyo significado no se refiere tanto a la línea editorial de El País –un periódico de corte liberal y progresista, con un público perteneciente o orientado a las élites intelectuales (2)-, sino a la propia dinámica de los sistemas políticos actuales, plutocráticos o teconcráticos (3) que son democracias cuando son tales; cuando no, dejan de ser democracias para ser populismos.
Merece especial atención la contraposición entre la carga valorativa de las palabras presión y esclavismo ejercidas por el pueblo y la opinión franca de los mejores, aristos en latín. Y hasta aquí puedo leer... (espero vuestros ortegajos que, hoy sí, vienen al pelo)
NOTAS
(1) Curiosamente, Bourdieu señala el gusto por lo grueso (en este caso las palabras) a través de un juego de palabras, según el traductor, entre gros, grasse y grosse: “Ya sea que pura y simplemente se la anule, haciendo de la práctica un producto directo de la necesidad económica (los obreros comen judías porquo pueden pagarse otra cosa) e ignorando que la necesidad no puede satisfacerse, la mayor parte del gusto de aquéllo a lo que de todas formas están condenados. Ya sea que se haga de ella un gusto de libertad, olvidando los condicionamientos que la han producido y que se la reduzca a así a una preferencia patológica o mórbida hacia las cosas de (primera) necesidad, una especie de indigencia congénita, pretexto para un racismo de clase que asocia al pueblo con lo grueso y con lo graso rojo fuerte, toscos zuecos, trabajos pesados, reisotadas, bromas pesadas, burdo buen sentido, bromas groseras, etc...” (BOURDIEU, Pierre. La distinción: criterio y bases sociales del gusto. Taurus 2006. Pág. 177)
(2) ¿Mera especulación? Creo yo, que la mera proyección de este periódico va a encaminada a esa imagen. En cualquier caso, este tema es totalmente secundario en mi argumentación.
(3) Creo que a este respecto, sería interesante recuperar por enésima vez el artículo de Dani Especialización deshumanicadora
Asier Amezaga Etxebarria
2 comentarios:
Lo que señala el artículo sería una contradicción entre la misma (democracia?) representatividad y la democracia "para sí" (si se permite). El problema, creo, es que populismo, en la estructura simbólica "es demagogia" y, por tanto, toda adecuación al populismo deviene "demagogia populista", en lugar de "electoralismo de palo". Populismo, en sentido estricto, es "radicalización democrática" (véase Hermet o Verstrynge "Sobre el poder del pueblo"), Rousseau, vamos (pero sin machismo). Populismo implica no sólo "más democracia" sino "la democracia": democracia directa o, cuando menos, fórmulas directas de participación dentro de una democracia representativa y, sobre todo, estructuras de mandato imperativo (por ejemplo, la revocación). El problema del populismo, según Hermet, es que le sucede lo que al comunismo: es incapaz de superar la "fase de emergencia" (dictadura del proletariado en el comunismo, poderes personales extraordinarios como "encarnación del pueblo" en el populismo), y esto es lo que puede significar una deriva autoritaria (a menos que, de forma paralela a la personalización se den mecanismos de contrapeso popular); ¿pero sería tan ajeno a la "democracia occidental"? Puesto que ni siquiera existe gobierno representativo como tal (da lo mismo los criterios que se sigan, sean Manin, Kelsen, Negri o Weber), la distancia entre elites y pueblo (aquí considerado Populismo="tiranía del populacho") alcanza un punto de quiebra en que el populismo aparece como reivindicación de la plebe. Generalmente, el populismo (re)surge en momentos de crisis de ideologías universalistas, léase especialmente el comunismo. Ya que no hay "diablos rojos" que sacrificar en la hoguera, la movilización vía populismo aparece como "única" alternativa a la perversión democrática que supone la "condena oligárquica" de la representatividad. Completamente de acuerdo en que obedece a un discurso hegemónico (elitista) y en que la "democracia representativa" aparece, no sólo como el único sistema posible sino como el único legítimo (descartadas fórmulas "demagógicas" como el populismo). Ahora bien, puesto que la democracia representativa insta (sólo y nada más que) al gobierno de "los capaces" o "los mejores" (hegemón liberal interiorizado), la confianza en la elite deviene desconfianza (yo diría que desprecio) hacia la "masa" (entendida como turba), por incapaz.
Creo que los dos términos en juego, más o menos, podrían resumirse en sistemas de REPRESENTATIVIDAD política (más o menos directa o indirecta) o como forma de ESTABILIDAD. Conectando la esfera política con la económica se podría afirmar que al sistema capitalista lo que más le interesa es la estabilidad. Es decir, un determinado modelo de democracia. Bueno lo dejo aquí que creo que me voy de tema, ¿Creéis que podría ser definido así la problemática? Estoy un poco espeso.
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