miércoles, 10 de diciembre de 2008

* Homo Festus

“La vida de la comunidad consiste en la posesión y el placer mutuos, así como en la posesión y el goce de los bienes comunes. La voluntad de posesión y de placer es la voluntad de protección y defensa. Bienes comunes – males comunes; amigos comunes – enemigos comunes”

(
Tönnies, Comunidad y asociación; 1979)


No hace muchos días en una reunión informativa sobre las posibilidades y distintas opciones que existían respecto al viaje de fin de carrera, explique públicamente los motivos personales por los cuales apostaba por la propuesta de Túnez que nos ofreció la agencia de viajes. Dejando a un lado que tendré la enorme suerte de poder visitar a mi querido hermano; de todas las opciones, la de Túnez resultó ser la más económicamente accesible ya que por algo más de las antiguas 50.000 pesetas, no debíamos preocuparnos por nada más una vez establecidos en nuestro esperado destino durante 8 días y 7 noches. Resulta que nos vamos a un “todo incluido” de los que tanto he repudiado por considerarlo una de las más estúpidas formas de ocio, pero que en este caso, consideré la más apropiada para realizar un viaje conjunto de más de veintitantas personas. Además de las ofertas culturales (que no son pocas) que ofrece la costa mediterránea africana, en el encantador hotel que nos espera a pié de playa no solo se nos incluye la casi segura dieta tunecina adaptada a los guiris repelentes en los que nos convertiremos por unos días, sino algo más importante, la barra libre. Después de mi intervención, fui consciente de que a lo mejor no era el contexto más apropiado para confesar públicamente lo que para mí es de lo más importante en un ritual como es el viaje de fin de carrera: La fiesta.

Y digo esto porque parece que el hacer turismo debe resumirse exclusivamente a las actividades culturales legitimadas institucional y socialmente, otorgándole un papel secundario a una de las variables básicas de la vida social como es la fiesta. Caemos en un grave error estigmatizando a aquel cuyo interés por la visita de museos, catedrales, monumentos y lugares históricos; no es antepuesto al de conocer, vivir y formar parte de bares, tabernas, mercadillos, suburbios, plazas, cantinas, playas y antros; en definitiva, aquellos lugares donde se palpa y disfruta uno de los aspectos más ricos de la vida social para el forastero que forma parte de un contexto sociocultural que le es, en mayor o menor parte, ajeno.

Es por ello, por lo que considero que el deber del viajero (y más aún del científico social), ya sea en cualquier punto del levante español o de la Patagonia; es el de visitar aquellos lugares donde se reproducen las pautas culturales de los grupos nativos, aquel espacio y tiempo donde la gente se reúne para comer, beber, bailar, ligar o para lo que quieran que sea y cuya función básica no es más que refortalecer las solidaridades, cohesiones e identidades colectivas. Estoy seguro que en una sola fiesta y el conjunto de interacciones y rituales que la componen, podrá encontrar el visitante una importante carga de datos e informaciones sobre el grupo al que visita, donde los procesos históricos y las tradiciones culturales son determinantes de gran parte de las prácticas observadas.

También existe otra razón por la cual he votado por la oferta más alcohólica que nos propuso la simpática comercial de Halcón Viajes. Y es que además de aprender de un nuevo ambiente festivo más distante y distinto como puede ser la noche tunecina, me apetece, hablando en plata, correrme una buena juerga con los que han sido mis compañeros de facultad durante todos estos años, y de los que deseo llevarme un grato recuerdo fuera de los pasillos de la envidiable arquitectura de nuestro edificio. O en otros términos para cargar menos la conciencia; necesito como actor social, participar en este ritual festivo para reforzar mi identidad con el colectivo al que pertenezco. Y no hay que sentirse culpable ni avergonzado por este especial interés teniendo en cuenta el carácter necesariamente festivo del ser humano. Gil Calvo incluso intenta desarrollar una teoría sociológica de la fiesta en la que el mismo denomina al ser humano como Homo Festus, en la cual la fiesta y el trabajo deben sucederse como modalidades secuénciales de la actividad social.

Según la interpretación durkheiniana, la fiesta nos serviría para suspender lo cotidiano y la rutina, en la que como comunidad nos creamos, recreamos y conformamos. Sin duda, debemos como buenos compañeros que somos, hacer todo lo posible para establecer entre nosotros los lazos emocionales necesarios para formar una comunidad (lo que Tönnies considera como el rasgo distintivo entre comunidad y asociación).

¡Secuenciemos nuestra actividad social en conjunto amigos/as sociólogos/as!¡Alimentemos nuestras identidades sociales!¡Cohesionémonos! No hace falta que Durkheim levante la cabeza para guiarnos porque ya lo dejó bien escrito: las colectividades requerimos de ciertos momentos especiales en los que se ponga de manifiesto que formamos una unidad. ¡Necesitamos esa “efervescencia colectiva” para sostenernos como grupo y celebrar nuestra mera existencia!

¿Y qué nos diría Weber si no optásemos por la acertadísima decisión de una barra libre en un todo incluido? Pues que no somos más que las nuevas generaciones de los escombros de la modernidad, en la que nuestras frías relaciones van y vienen a través de la racionalidad instrumental. Generación a la cual este malvado desarrollo industrial ha vencido las fuerzas emocionales y sentimientos convirtiendo nuestras comunidades en meras asociaciones funcionales.

Hagamos de Túnez el espacio donde poder transgredir aquellos límites cotidianos y permitir así la misma persistencia de las normas de nuestra colectividad, reafirmar nuestras propias creencias para así volver y establecer bien los límites de los que forman parte y los que no, de esa nueva y maravillosa identidad colectiva con la que volveremos los viajeros.

Que se deje de engañar aquel que se cree superior en valores morales por preferir un viaje alternativo con “más ofertas culturales” (¿Alguien las ha contado una a una para que esa afirmación sea cierta? Y es más; ¿Alguien me puede explicar que son exactamente las llamadas "ofertas culturales"?)

En fin, chicos y chicas del lugar, entiendo que cada cual tenga su propia idea de viajar y de hacer turismo pero considero que la función básica de un viaje de fin de carrera es que lo pasemos todos juntos en el mejor ambiente posible y de la forma mejor organizada.

Espero que nadie se haya sentido ofendido por mi breve aportación sobre este pequeño conflicto sobre el viaje. Mi intención no ha sido otra que persuadir al compañero/a indeciso/a de última hora a que se anime a la aventura tunecina.





Besitos y abrazos para todos y todas…

2 comentarios:

Christian dijo...

Bienvenido a tu estreno blogal Jaime!!! Demostrando que aquí cada uno escribe de lo que le da la gana y como le da la gana…(el blog no está se hace y reinventa cada día, con los que leen, los que escriben los/as que se lo piensan…)

Subrayo esta frase demoledora de conciencias:
“¿Y qué nos diría Weber si no optásemos por la acertadísima decisión de una barra libre en un todo incluido? Pues que no somos más que las nuevas generaciones de los escombros de la modernidad, en la que nuestras frías relaciones van y vienen a través de la racionalidad instrumental. Generación a la cual este malvado desarrollo industrial ha vencido las fuerzas emocionales y sentimientos convirtiendo nuestras comunidades en meras asociaciones funcionales.”

Dicho esto, como soy parte, qué voy a decir… que será un placer compartir el viaje con quien se apunte, los de siempre (sea para cada uno sus “los de siempre”) y lo más genial, los “por conocer”, creo que será mítico, además cada vez somos más, ya veo los titulares “una horda de sociologos/as extienden el caos etílico en Túnez”! No os lo penséis mucho aún estáis a tiempo, hablar con alguno de los que están enteraos que os comenten…!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Yo no tengo ni arte y parte en esto. De hecho os doblo en edad, y algo más. Pero tengo que apoyar las palabras de JRF. ¿Qué pasa, que coger una cogorza después de visitar el museo tiene más categoría que hacerlo después de una buena siesta en la playa?
La diversión y la cultura no están reñidos. Pero en este caso estoy de acuerdo con Jaime en que un viaje de fin de carrera es eso, un viaje de fin de carrera, celebrar entre todos -y quizás conocerse algo más- el fin de una etapa, una de las más importantes de vuestra vida. Esto lo digo con conocimiento de causa.
Un cordial saludo a todos y que os divirtáis en el viaje. Hay lugares muy bellos en Túnez para visitar, y para divertirse como turistas que seréis. Los que dudéis, dejad de hacedlo y apuntaros. ¡Ah! no tengo nada que ver con Halcon Viajes.