sábado, 9 de junio de 2007

* Basura Medíatica y Politica Basura

Leí un artículo titulado “La Telebasura el mito de la caverna”(José Manuel López Alcaraz y Fany Miquens Laro Colectivo Cádiz Rebelde en Pagina Roja_18). En él se hace referencia al término basura mediática que se refiere “al arte de la prestidigitación de llamar la atención sobre una cosa (prensa rosa, cotilleos*) en vez de lo que de en verdad ocurre” (guerra de Irak, Líbano, Palestina*).
Como analogía a éste término voy a describir un fenómeno político que reproduce la misma lógica disuasoria, Política Basura (se juega a disuadir con elementos como la cuestión vasca). Este fenómeno se desarrolla de la siguiente forma, se llama la atención hacia un punto, se insiste continuamente en el y mientras se dejan a un lado problemas de gran calado social. La vivienda o el empleo precarizados que realmente no son temas que entren en la agendas políticas excepto para, poner parches sui generis que no solucionan los problemas de raíz.
Este constante repiqueteo de campanas, declaración tras redeclaración crea una focalización de la opinión pública y el individuo en los términos del discurso de los políticos basura.
El resto de los temas y la problemáticas que afectan de alguna manera mas fehacientemente a los ciudadanos quedan o subordinados o desaparecen de los discursos de los medios y de la reproducción simbólica del debate público.
Claro ejemplo de este fenómeno se ha dado en las elecciones madrileñas donde los políticos en general y con más importancia los que nos gobiernan han centrado el debate en el ladrillo como construcción de infraestructuras (metro, Calle30) cualificándose este elemento como beneficioso y no en los problemas que radican en el ladrillo de forma negativa como la subida de los precios de las viviendas que imposibilita disponer una vivienda de ciertas garantías. Así vemos como se centra su discurso en los factores positivos, mayor cantidad de estaciones de metro o una menor tardanza por el acortamiento del trayecto de viaje por Calle30. Pero no en los factores negativos como el mayor nivel de tráfico para la ciudad lo que supone un aumento de producción de CO2 para la atmósfera (caso de Calle30) y el detrimento cada vez más acuciante de la calidad de los servicios de metro. Además con ésta mejora de Calle30 no se nos debe de olvidar es decir no podemos dejar que salga de nuestros discursos, que lógicamente se habrán desviado gastos para política social hacía la construcción faraónica de Tutangallardón que ha endeudado a la ciudad de Madrid hasta límites insospechados.
Que duda cabe que nos son los políticos populares los únicos que utilizan esta triquiñuela de la política basura. Como ejemplo de esta misma utilización encontramos la “Operación Campamento”. En esta operación se centra el discurso en las siete mil viviendas que se van a construir en suelo público, pero no en las otras tantas privadas que se van a construir en esos mismos terrenos, ni en la mala disposición de espacios públicos de la zona o tergiversación que se hace a la hora de contar las zonas verdes respecto a la ley.
Como conclusión, con una política basura vacía de contenido real para el buen desarrollo de la sociedad en su conjunto en vez de con políticas que se hayan debatido por parte de la sociedad civil con el ciudadano como sujeto político y no como objeto de políticas, no tendremos nunca la política que realmente ayude y beneficie a los verdaderos interesados y aludidos por las políticas. Políticas que hoy en día se diseñan desde las élites y no desde la participación ciudadana que es el principio de cualquier democracia. ADRIÁN RUIZ IBAÑEZ ZOÓN POLITIKON
*lo escrito entre parentesis es mio lo escrito entre comillas del autor

3 comentarios:

Christian O.A. dijo...

Estoy haciendo el trabajito de tocqueville y me ha dado por distraerme buscando en Internet lo que debería estar buscando en el texto, será un metáfora de la vida el buscar fuera lo que está en el interior, el caso es que he encontrado un texto que a demás de hablar del autor nos habla de la actualidad; de la opinión pública, de la sociedad democrática, del poder y de la ideología, creo que el tema es muy útil porque trata parte de los temas que vimos en la reunión del 6 de julio y que responde a algunas de las cuestiones planteadas por Adri en este artículo; no tanto en relación al qué hacer sino al cómo esta montado todo esto de la política basura…trata otros temas que igual interesan como ideología (al final), la doble coacción del estado por la opinión pública y lo fiscaleconómico. también trata el tema del poder y Foucault… vamos que hay mucha tela por cortar, lo que yo pongo aquí es un corta pega de un artículo algo más extenso: http://cura.free.fr/docum/11toc-es.html cuya lectura recomiendo, si vais a la página veréis que he quitado fragmento en los que se raya un poco...


Tocqueville anunció el advenimiento de una sociedad igualitaria, fundada sobre el individualismo, la agitación, y el aislamiento, más marcados aún cuando, paradójicamente, cada uno se volverá más similar al prójimo. "Veo una multitud innumerable de hombres semejantes e iguales que dan vueltas sin descanso en torno a sí mismos para procurarse pequeños y vulgares placeres." (Démocratie, II 4.6). Y también el advenimiento de una opresión de un género nuevo, que no es ya despotismo o tiranía, sino una "suerte de servidumbre, ordenada, suave y apacible (...), un poder singular, tutelar, todopoderoso (activado por) una red de pequeñas reglas complicadas, minuciosas y uniformes (que) no quebranta las voluntades, pero las aplaca, las doblega y las dirige; raramente fuerza a actuar, pero se opone sin cesar a la acción; no destruye, impide nacer; no tiraniza, molesta, comprime, enerva, apaga, embrutece, y, en fin, reduce a cada nación a no ser más que un rebaño de animales tímidos e industriosos, donde el gobierno es el pastor." (Démocratie, II 4.6)

El principal peligro que acecha a los ciudadanos de la conglomeración única y mundial – a partir de ahora lo cotidiano de cada uno – no es externo sino interno: es principalmente la inconsciencia de la servidumbre, esta "servidumbre voluntaria" de la cual Étienne de la Boétie había hecho el objeto de su tratado político (1548). El siervo moderno, o postmoderno, contrariamente a aquel de las sociedades antiguas y medievales, no es ya consciente de su servidumbre, pues se recompensa con palabras y sufre pasivamente el discurso ideológico que él mismo produce, colectivamente. A la vez aislado y enredado, individualista y ahogado en la colectividad. El amo de antaño podía amar a su sirviente, el siervo de hoy en día es su propio opresor. Pues en esta servidumbre generalizada, el siervo no se distingue ya de su amo. Cada uno tiende a convertirse en el opresor y el oprimido del otro, no directamente porque el otro, invisible, se manifiesta en la sombra de los reglamentos, de las leyes y de las transacciones. Todos se parecen, porque las condiciones de la existencia y de los estilos de vida tienden a volverse las mismas. Esta empresa de aculturación mundial, sin precedente en la historia de la humanidad – pues lo que desaparece no es reemplazado por nada – es, sin cara y sin voz, aunque ruidosa, conducida por todos y en beneficio de nadie.

"Estilos de vida" no es "niveles de vida", y sólo existe un criterio que permite rendir cuentas de los "modos de vida": la tasa de suicidio, de la que se conoce su incremento en las sociedades industriales y postindustriales, en Francia, en Japón. La igualdad de las condiciones es una idea mucho más radical que la desigualdad de las riquezas, finalmente sin importancia (pues el rico sufre la misma servidumbre colectiva), o que el ingenuo concepto marxista de los modos de producción. ¿Cómo podría lo económico liberar la consciencia? ¡Por el contrario, es su principal vector de esclavitud!


Tocqueville es un visionario. La realidad le ha dado la razón: condiciones de vida iguales, degradación de las costumbres y de la convivencia. ¿Sobre el modelo americano? ¿O sobre el ruso?: Tocqueville vacila. Poco importa, pues es la misma cosa. La caída del Muro de Berlín no ha marcado la liberación de las naciones de Europa oriental, sino su entrada en la servidumbre común. Recíprocamente, con la caída del Muro, no fueron los soviéticos quienes se europeizaron, sino más bien el europeo es quien se ha "sovietizado", "achinado" un poco más. El abad Ferdinando Galiani, "el más profundo y el más lúcido de los hombres de su siglo" (según Nietzsche), escribió ya en 1771, en una carta dirigida a Louise d’Epinay: "Dentro de cien años nos pareceremos mucho más a los Chinos de lo que no nos parecemos ahora. (...) Habrá despotismo por todos lados, pero un despotismo sin crueldad, sin una gota de sangre derramada. Un despotismo de disputas y siempre basado en la interpretación de las viejas leyes, sobre el ardid y la astucia del palacio y de la toga, y el despotismo sólo aspirará a las finanzas de los particulares". Sin embargo, una diferencia separa al ruso o al búlgaro de hoy en día que ha conocido la servidumbre a cara descubierta y ha podido forjarse una caparazón apropiado, del occidental que nunca a conocido otra cosa más que la ilusión de la libertad, aderezada por el Terror ideológico instalado en la época de los "Derechos del Hombre". Esto es lo que se constata con los propios ojos cuando un americano y un ruso se cruzan en un avión: la superioridad cínica del segundo


Toda actividad se ha vuelto pública, socializada, controlada por el Estado y el Mercado. Contrariamente a lo que se argumenta, nosotros no estamos viviendo dentro de una lógica de los "Derechos del Hombre", y no hay un estado "burgués" como lo creía Marx. No hay más que Aristocracia o Proletariado: es esto lo que a incluido Tocqueville en su otra obra, L’Ancien Régime et la Révolution (1856) (El Antiguo Régimen y la Revolución). Nadie está en condiciones de ejercer una actividad conforme a sus aspiraciones, ni de disfrutar libremente de los frutos de esta actividad sin tener que rendir cuentas, sin haber tenido que beneficiar a alguien más, sin ser tributario de la estafa estatal. Así sucesivamente con su mujer, o con sus mujeres, con sus niños, ya no reales sino públicos, modelados.

La ideología moderna estipula que la libre y buena voluntad dirige las reformas útiles en el seno de las sociedades modernas. Ahora bien, los gobiernos sólo actúan en realidad por la doble fuerza de las presiones económicofinancieras, y de la opinión pública, puesto que son las masas quienes le conceden o le retiran su sufragio. Los políticos, colectivamente, buscan contener la opinión pública por la demagogia y la publicidad, y a hacer pasar las imposiciones del Mercado como la elección razonable. Todo el esfuerzo político consiste en convencer a los ciudadanos de la necesidad de esta identificación. Después, a la hora de la competición, cada uno de ellos intenta persuadir a los demás de que él es quien encarna mejor este consenso, y que él hace las mejores elecciones, aquellas de un buen sentido político: chivos y monos, efigies de un espectáculo que se reduce a la animación de una veleta veleidosa, orientada por la competencia de títeres, rivales intercambiables, sometidos a la opinión y las presiones del Mercado. Ninguna época ha conocido semejante degeneración de la voluntad política.

Michel Foucault ha demostrado que el poder moderno no era ni material (oacción física), ni personal (coacción voluntaria), ni político, sino estructural, y caracterizado por su ubicuidad, su múltiple localización, su inmanencia, constituido por una multitud de micropoderes repartidos entre todos los actores, con lugares de mucha mayor condensación. De hecho el "poder moderno" no es más que una ilusión: "auto" sugestión de la ideología interiorizada por cada uno.

La ideología parece funcionar por ideas separadas o por parejas de contrarios (izquierda / derecha, política / justicia, privado / público...), pasando por alto los presupuestos del sistema: la "reforma" forma parte integrante del dispositivo, ella es su continuación prevista, ya que se trata siempre de reconducir al conjunto bajo una forma un poco modificada. Pero la ideología moderna es un concepto mucho más vasto que sobrepasa su aspecto político, el más ingenuo. La ideología, es la forma interiorizada de la servidumbre común descrita por Tocqueville. Yo propongo tres criterios de reconocimiento:

• La ideología impregna la consciencia. Se hace una con la consciencia. No es un objeto exterior de pensamiento fácilmente identificable, ni a la que uno se opone fácilmente, sino que es ese estado del pensar que influye incidentalmente sobre los juicios emitidos sobre aquello a lo que uno cree oponerse. La ideología se impone e impregna con tanta fuerza que uno cae aún cuando cree liberarse de ella. Así: ¡apagar la radio (que transmite el discurso de circunstancias escuchado ya cien veces en otra parte y por otros, ya que lo importante no es el locutor, sino que el balbuceo consensual sea transmitido, poco importa por quién siempre que haya alguien que pueda transmitirlo)... y poner un disco de rap!
• La ideología no es exterior, entre los otros, en China, bajo el Reich, entre los Zulúes, o desde el tiempo de los Aztecas: es actual, en acto, "entre nosotros", omnipresente. Lo que ocurre en otra parte no es más que curiosidad: la ideología, es en primer lugar el discurso del vecino o de su mujer. La denuncia de la ideología supuesta entre los otros no está hecha para convencer a los otros, sino para reforzar la ideología entre nosotros. Es similar a las instituciones penitenciarias de la obra de Foucault. La ideología produce naturalmente sus reformadores, críticos y escépticos habituales, sus bufones; ella sabe reconocerlos y remunerarlos en consecuencia. Así se explica, por otra parte, el hundimiento soviético: por la superioridad de la ideología occidental y de sus élites intelectuales. El pesado aparato de la propaganda soviética era ingenuo: bastaba con halagar el amor propio, con dejar canturrear a las sirenas de la libertad, de la voluntad, de la responsabilidad, del reparto, de hacer creer a cada uno que es el autor, el actor y sobre todo el empresario de su existencia.
• La ideología no se mantiene sujeta por unas pocas ideas, valores o líneas directrices, ni incluso en una red de ideas. Es una organización estructural subyacente a las ideas, una disposición del espíritu. Es el teatro de implosión de todas las ideas en el espíritu. Tampoco se combate a la ideología con el discurso, la argumentación, la razón, la inteligencia, porque, por definición, la ideología ya ha falsificado todos los discursos, todas las argumentaciones. Ha desviado la razón y minado la inteligencia. Sólo se puede combatir por el silencio.
El término ideología ha sido forjado por el filósofo Destutt de Tracy para designar el conocimiento de las ideas o hechos de consciencia. Marx se apodera de ello para calificar a los pensadores inconscientes de las realidades económicas y materiales subyacentes en su razonamiento. Después, ha sido utilizado corrientemente para descalificar directamente las ideas que no se conforman con las normas del pensamiento, de la razón o del consenso. Yo llamo, en lo que a mí corresponde, ideología, no al sistema de representaciones mentales que caracterizan la mentalidad de una "clase dominante" (Marx), sino al conjunto de los reflejos culturales de la mentalidad dominante, todos los tipos mezclados, inconscientemente vividos por la mayor parte, y en tanto que evacúen, neutralicen y excluyan las representaciones mentales concurrentes que caracterizan la diferencia. La ideología se enraiza en los espíritus a través de la ignorancia , el miedo , la pereza y la cobardía .

enbraxe dijo...

Todo lo masivo es interpretado como basura. Ese discurso puede ser mero reflejo de la distinción –Bourdieu-. Es una tendencia muy intelectual, desde Ortega y Gasset hasta Baudillard, muy elitista. Muy extendido en los círculos marxistas que han sobrevivido a la sangría. No debemos olvidar las consecuencias que tuvo este pensamiento.
Hablar de política basura implica hablar de política real. Otro tanto si hablamos de ideología, que implica hablar de realidad. A menos que todo sea ideología.
Esto ya es epistemología. Y hay dos visiones, relativas a la distinción entre ciencia –realidad- y sentido común –ideología, basura-. Para Hannah Arentd la primera no es más que una extensión más refinada de la segunda. Para Bourdeiu –inspirado por Bachellard- hay una distinción clara entre ambas, el sentido común es efectivamente entendido como dominante, mientras que la ciencia puede –a través del rigor metodológico- ir más allá.
Si desea que Hannah Arendt gane, mande un SMS con BASURA.ARENDT al 7777, si desea que lo haga Bourdieu, mande un SMS con BASURA.BOURDIEU al mismo número.
Si Arendt abandona la casa, podemos decir que hay criterios por los cuales fijar de que deben hablar por los políticos, cuáles son nuestras necesidades…
Es un tema interesante axiológico y epistemológico, merece la pena darle unas vueltas.

Asier Amezaga

Christian O.A. dijo...

Arendt¡¡¡¡ 7777 (lo siento Asier por discriminar a Bourdeiu, ahora bien siendo un poco Socrático, el punto medio, la ciencia es refinamiento de lo común pero también esta cuenta con método que le lleva "más lejos" o a otra parte pero de forma controlada...no se respuesta apresurada para una cuestión que tiene mucho que discutir)
Mientras tanto (vuelvo con mi monotema) no se si llegará el día en que nos demos cuenta que la ciencia no es más que un invento para que unos puedan crear conflictos controlados para que el resto asuma como natural lo que en realidad son conflictos , hablo de ciencia hablo de política tanto monta nos montan por el mismo sitio...
Otra idea, la atención es finita, y eso lo saben muy bien los políticos que son capaces de crear tantos problemas "controlados" que nos hacen bajar la atención de lo que nos importa, lo que nos lleva al otro problema, la conciencia/memoria se caduca -en nuestros días- antes que la atención.
S.Christian Orgaz Alonso