Dios ha muerto, así lo comunicó Nietzche, consolando al crédulo rebaño erigió al valiente Zarathustra como padre. –Zarathustra no lo mató, simplemente se atrevió a alzar su brazo ante el castillo de naipes.- La historia se repite, dijo. Al igual que lo hizo Zeus con Cronos. Al igual que Jesús de Nazaret con Zeus. El proceso se perfilaba imparable, Dios adquiría una presencia cada vez más corpórea. Del imparable Cronos, al humilde Jesucristo, pasando por el irascible Zeus. Cada vez más humano. Zarathustra es mortal, y eso le convierte en el dios del siglo XX.
Cromwell desembarcando, Napoleón coronándose a sí mismo, De Gaulle en los Campos Éliseos. El filo de las guillotinas ejecutando a los aristócratas, los fusiles del ejército rojo en el Palacio de Invierno, el fuego de los conventos españoles. Todo rojo-sangre, todo rojo-fuego.
Lo llamaron revolución. Matar a Dios y traer el paraíso a este mundo. De ahí en adelante jamás volverá a haber dioses, sólo demiurgos. Cromwell, Lincon, Garibaldi, Hitler, Lenin…, pero el mayor exponente del materialismo demiúrgico fue Francia. Robespierre, 1791. Blanqui, 1871. De Gaulle, 1945. Son intentos disímiles del establecimiento de aquello que se llamó La República.
Pero todo acabó, De Gaulle fue el último, y por ello, el tirano. Se negó a aceptar los dictados del colaboracionista Pètain, huyó a Inglaterra para organizar la resistencia antifascista, presidente de la V. República francesa, la recién constituida República. El padre conservador, tan antifascista como anticomunista.
En el otro extremo de Europa, otra batalla, otro padre. Stalingrado, Stalin, ¿o no es lo mismo?: “Tu patria de martillos y laureles, / la sangre sobre tu esplendor nevado, / la mirada de Stalin a la nieve / tejida con tu sangre, Stalingrado.” (Pablo Neruda) El otro tirano.
El pan agrio sabe muy bien tras la hambruna. La era de los planes surge de las cenizas de la Guerra Más Devastadora. Plan era sinónimo del designio divino secularizado. La sociedad-Demiurgo levantaría Europa con el recuerdo del Holocausto. El Holocausto: Nerón componiendo un pésimo poema al calor de las llamas de Roma –Quo Vadis?-. Después del Holocausto, jamás habrá poesía, dijo Adorno.
La Guerra Más Devastadora abrió paso a la Bomba Más Devastadora. Nuevos planes, nuevas repúblicas, nuevos padres. Los huérfanos de la Europa derruida por la retórica de las bombas agradecieron la presencia de los héroes, de los padres, Stalin, De Gaulle y compañía. Jamás habrá poesía, la retórica de las bombas ha derogado la retórica.
Pero vinieron los niñatos del 68 a liarla. Sus padres, huérfanos en su día, lo entendieron, ellos no. ¡No tenían ni puta idea! Mayo del 68 en Francia, criajos en las calles gritando poesía: ¡La imaginación al poder!; ¡Sé realista: pide lo imposible! ¿No habíamos quedado en que jamás habría poesía?
Se decían izquierdistas, maoístas, trostkistas, situacionistas -¿qué hostias es eso?-, o simplemente comunistas. No tenían ni puta idea, iban a la universidad a costa del mal-pagado-trabajo de sus padres. No quedaron huérfanos tras la guerra. Tenían el futuro asegurado. Todo ascendía: ascendía la bolsa, los salarios, la natalidad, el gasto social… Y ellos pedían lo imposible.
La dimisión del tirano De Gaulle, la libertad de los estudiantes detenidos, la derogación de los exámenes, la retirada de las tropas de Vietnam. Fumaban marihuana, escuchaban rock&roll, leían a Sartré con sus paranoias existenciales, a Wilhem Reich con la teoría de la expansión cósmica del orgasmo, a Brecht y a Pirandelo con su teatro como espacio revolucionario, a Marcuse con sus disparates en torno a la naturaleza represiva del estado de bienestar y del marxismo soviético. Pero también la Guerra de Guerrillas del Ché. Estudiantes, al principio, luego obreros también, quemaron la Bolsa de Paris. La policía estaba en la calle, el ejército también. No iba a librarse una Gran Guerra, unos vencerían en poco tiempo. Pero los que tenían la Bomba Más Devastadora evitarían la Guerra Más Devastadora. Aquello tenía que acabar. Y De Gaulle dimitió. Mataron al padre, al héroe de la resistencia antifascista, mientras gritaban consignas equiparando la policía (los CRS) con las SS.
Pero también mataron al otro padre, al espectro de Stalin. El izquierdismo se erigió antiestalinista. No tenían ni puta idea, ¡niñatos que matando al padre querían quedar huérfanos! Ni Stalin, ni De Gaulle. Y cantaban Fuck your mather, kill your father, a ritmo rockandrollero.
Leían, leían mucho, demasiado. Pero no se atrevieron a coger las armas y a hacer lo que sus padres. Aquello no fue una revolución. (Espacio de suplencia, el cine. Malraux dirá a Max Torres en su conversación del 6 de mayo que esto del 68 no es una revolución, que las revoluciones no se hacen con imaginación sino con organización y armas, que esto es una película de Eisenstein o, más bien, el ensayo general para una película de Eisenstein. No se equivoca. Pero, ¿hay de verdad algo más importante que una película?, ¿más importante que una película de Eisenstein,… o de Pabst, o de Hawks, es lo mismo…? ¿Hay algo más que el cine en esta cosa insulsa que llamamos vida?, ¿algo más que no sea espantoso retener en la memoria?, ¿algo por lo cual valga la pena haber vivido…? El cine hizo la vida. Una vida tolerable. La única. Invento un mundo a medida de nuestros sueños. Sin él, sin el cine, nada hubiera valido la pena. Ni siquiera sobrevivir. En el cine hemos vivido. Sólo. Lo demás, pesadilla. Págs. 97-98, ALBIAC, Mayo del 68: Una educación sentimental) ¿Para que coger las armas? Con ejecutar al padre fue suficiente, coger las armas hubiese significado asumir la paternidad, la responsabilidad. No quisieron ser ni Zeus, ni Jesús de Nazaret, ni Zarathustra. Y es convirtieron en nada.
Aquellos son nuestros padres. Albiac, al que he citado, fue un niñato que la estuvo liando en el 68 y ahora es columnista de El Mundo. Antiguos trostkistas yankees que sustentan ideológicamente la corriente neocons. Hippies al frente de fábricas de armas. Son muchos. La mayoría.
Nacieron en tiempos ascendentes. Nosotros, los que hemos nacido en los tiempos descendentes, seamos realistas y no pidamos lo imposible. No seamos padres. Si es cuestión de edad. Seamos siempre niñatos que la lían como en las películas de Eisenstein porque no tienen ninguna responsabilidad. Seamos irresponsables. Seamos aún más mortales que Zarathustra, no aspiremos a la divinidad secularizada: no aspiremos a la descendencia. No future! Y, otra vez, son los franceses –la banlieu- la vanguardia de esta puta revolución. Y otra vez, preguntas sin respuesta, el silencio de Dios -Ingmar Bergman-, el silencio del padre.
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1 comentario:
Este texto de Asier me ha recordado a un texto de Nietzsche (sin duda muy leído en may del 68), que leí el otro día en El crepúsculo de los ídolos ("Los cuatro grandes errores", punto 8), que dice así:
"¿Cuál puede ser nuestra única doctrina? - Que al ser humano nadie le da sus propiedades, ni Dios, ni la sociedad, ni sus padres y antepasados, ni él mismo (- el sinsentido de esta noción que acabamos de rechazar ha sido enseñado como "libertad inteligible" por Kant, acaso ya también por Platón). Nadie es responsable de existir, de estar hecho de este o de aquel modo, de encontrarse en estas circunstancias, en este ambiente. La fatalidad de su ser no puede ser desligada de la fatalidad de todo lo que fue y será. El "no" es la consecuencia de una intención propia, de una voluntad, de una finalidad, con él no se hace el ensayo de alcanzar un "ideal de hombre" o un "ideal de moralidad" - es absurdo querer echar a rodar su ser hacia una finalidad cualquiera. Nosotros hemos inventado el concepto "finalidad": en la realidad falta la finalidad... Se es necesario, se es un fragmento de fatalidad, se forma parte del todo, se es en el todo, - no hay nada que pueda juzgar, medir, comparar, condenar nuestro ser, pues esto significaría juzgar, medir, comparar, condenar el todo... ¡Pero no hay nada fuera del todo! - Que no se haga ya responsable a nadie, que no sea lícito atribuir el modo de ser a una causa prima, que en el mundo no sea una unidad ni como sensorium ni como "espíritu", sólo esto es la gran liberación, - Sólo con esto queda restablecida otra vez la inocencia del devenir... El concepto de "Dios" ha sido hasta ahora la gran objeción contra la existencia... Nosotros negamos a Dios, negamos la responsabilidad en Dios: sólo así redimimos al mundo.-"
Con esto tenéis para pensar un rato.
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