El mundo en el que vivimos es complejo, este hecho resulta más evidente a medida que ampliamos nuestros conocimientos sobre una materia cualquiera, apercibiéndonos de la insondable extensión del saber en cualquier ámbito y de como se avanza a pasos agigantados sobre todo en las áreas científico-técnicas.
Ante esta realidad admitida, es fácil suponer que apenas podremos conocer una ínfima fracción de este conocimiento, tanto por su enorme magnitud antes citada como por nuestras propias limitaciones como individuos.
Así pues el concepto de erudición se ha convertido en eso, un simple concepto sin una posible realización material teniendo quizá los últimos ejemplos de la existencia de la erudición en el genial Leonardo Da Vinci o en los enciclopedistas dieciochescos, auténticos compendios de los saberes y ciencias conocidos en el momento. Siendo evidente la imposibilidad de un erudito en los albores de este Siglo XXI cabe plantearse como se avanza en el conocimiento.
La respuesta que da el sistema actualmente a esta cuestión es clara, una especialización cada vez más enconada en un fragmento de realidad. Solo conociendo a fondo un tema podremos profundizar en el y aportar algo nuevo y útil.
Ejemplifiquemos esta especialización de la que hablamos: Ya no se es médico, ni siquiera médico de la mano, más bien se es médico de un huesecillo de un dedo de esa mano; tampoco se es biólogo, ni zoólogo, no se es biólogo de reptiles, quizás experto en cocodrilos.
Evidentemente la especialización está mucho más radicalizada en las áreas del conocimiento científico-técnicas y sanitarias ya que es lo que prima actualmente y los únicos campos de interés; diciendo esto no se pretende criticar éstos ámbitos, cualquier persona con dos dedos de frente no tendrá problema en reconocer que son las herramientas del progreso, o al menos de una parte de este progreso. Sin embargo también reconocerá que la palabra ingeniero supone un status, un respeto, por el hecho de ser ingeniero ya se supone que esa persona es muy válida y con un gran porvenir, mientras que las palabras literato, hombre de humanidades o artista evocan términos más aproximados a bohemio, vago o muerto de hambre.
No se puede negar que los cánones sociales han propiciado un claro desprecio por las áreas de “letras y humanístico-sociales” llegando al punto de querer suprimir de las universidades varias de las licenciaturas que estas comprenden por mor de las áreas del conocimiento ya comentadas más arriba.
De este modo el sistema que rige la sociedad actual opta por crear individuos profundamente especializados en un fragmento de un área determinada, para que realicen su contribución a ésta, la sociedad que ha permitido al individuo alcanzar ese conocimiento. Queda esa persona relegada a esa pequeña parcela de realidad que obnubila la existencia de cualquier otra convirtiéndose el ser humano en una pieza que encaja perfectamente en el lugar que le corresponde, si, una pieza que permite que la máquina social funcione, una pieza útil para el sistema al fin y al cabo.
La especialización supone un aislamiento, supone una desinformación general y la creación de falsos sabios conocedores de mucho pero de muy poco.
El sistema potencia esta formación desestructurada y los programas educativos cada vez se aproximan más a estos objetivos, obligando a las condicionadísimas juventudes recién entradas en la adolescencia con una conciencia individual aún incipiente a segregarse y a realizar elecciones que les afectarán el resto de su vida futura, (vease las nuevas “mejoras” en el sistema educativo que se están proponiendo, por ejemplo elegir a los 13 años entre ciencias, letras o un programa para fracasados que no quieren estudiar)
Pues bien, ¿como podría ser de otra forma? el presente escrito no trata de buscar una solución a este hecho, puesto que, la verdad, es difícil de encontrar y sinceramente no me creo en posesión de ella. Más bien es una humilde invitación a la reflexión individual y colectiva sobre un asunto que es claramente patente, está a la orden del día, y, lo más importante, nos afecta.
En relación con lo dicho, comentar que ésta especialización de la que hablamos no se limita al campo profesional, y posiblemente esta sea la parte más interesante:
La especialización se manifiesta por regla general en múltiples por no decir en todos los aspectos de la vida del un individuo. Para explicar esto entendamos especialización con un sentido más amplio, refiriéndonos al encasillamiento, al aislamiento y la compartimentación. La mentalidad que confiere la especialización impregna la actitud de la persona ante la vida, le hace ser extremadamente concreto, centrarse en un único aspecto, perder la visión de conjunto y ser incapaz de realizar relaciones globales coherentes algo a mi juicio, vital para el adecuado desarrollo de una conciencia personal. Por tanto la creciente especialización va en detrimento de la formación personal y en consecuencia de la actividad colectiva:
Limita su actuación y sus percepciones a su medio más inmediato, con la consiguiente falta de perspectiva y la incapacidad de extrapolar, ya que dicho individuo sacado del ámbito en el que es “experto” se encuentra perdido en una terrorífica e inexplicable inmensidad que le hace esconder la cabeza y volver a la seguridad de su más que conocido refugio.
Aparentemente la especialización quizás no tenga relación con lo recientemente citado, pero resulta que es una analogía del funcionamiento general del sistema que impera actualmente en el que la información y la educación desestructurada fomentan aún más este tipo de individuos.
Puede que ésta relación no se encuentre de manera inmediata, pero creo que merece la pena detenerse a pensar en ello.
Así el sistema consigue hacer de los individuos piezas absolutamente incluidas en el aparato social y que, separadas de este no tienen ninguna utilidad porque la función que realizan no tendría sentido.
El individuo, condicionado por la estructura social desde su nacimiento y, comenzando su aislamiento desde muy temprana edad, pierde su conciencia social para centrarse en asuntos de lo más concreto y atrofiando su capacidad de relación solo empleándola en casos muy específicos para enlazar hechos que ya de por si tienen una conexión más o menos evidente. En el resto de temas, y como consecuencia de todo lo anterior, adopta pensamientos y posturas generalizados que le son básicamente impuestas por su medio inmediato, vease familia, amigos, compañeros de trabajo o medios de comunicación, quedando en definitiva estos planteamientos incorporados sin el previo proceso de análisis e interiorización que debiera realizar la conciencia.
La especialización es fuente de progreso, pero también es uno de los factores que fomentan la deshumanización del ser humano.Otro tema de interés es el objeto teórico y real de los descubrimientos que se realizan y a quien, a donde y para qué son estos progresos consecuencia de la especialización, pera tal vez lo más conveniente sea tratarlo en posteriores artículos.
Daniel Caballero Gutiérrez 2004
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3 comentarios:
TECNIFICACIÓN Y COSIFICACIÓN:
Permíteme que me autoplagie:
Sinceramente brillante descripción de la deriva de nuestra sociedad, que no puedo hacer otra cosa que felicitarte y coincidir contigo en lo dicho.
Quizás para complementar añadiría el concepto de Tecnificación y Cosificación, ya que cada vez más a demás de ser especialistas “miopes” somos también técnicos, entendiendo este concepto como operadores mecánicos (a pesar de trabajar también en aspectos intelectuales) en los que nuestra actividad laboral se desarrolla en un ámbito concreto, segmentado y desconectado de cualquier principio de realidad o de conciencia del significado reflexivo que nuestra acción tiene en el conjunto.(como "apéndices del sistema"Ahora bien estoy en desacuerdo en aquello de que no aportas soluciones, has aportado la más importante, expresarte en este medio da vida a la alternativa, estamos creando un espació de relación entre profesores y alumnos (ya esta bien de diferencias) entre personas, y juntos podemos al menos en nuestro espacio, dar cuenta de estos problemas, y poco a poco trasformar aquellas parcelas que sean de nuestro acceso, y recordando al crecimiento neuronal a partir de un impulso podemos ir desarrollando conexiones que acaben por formar una red de personas con capacidad para cambiar cada vez más espacios, y en el peor de los casos ten por seguro que nos habremos cambiado a nosotros mismos y eso es la mayor recompensa haber crecido como personas y habernos cultivado como lo que somos seres sociales y emocionales.
Muchos ánimos a ti y a todos los compañeros/as creo que entre todos/as podemos pensarnos a nosotros mismos, aprender de los errores y trabajar hacia objetivos colectivos que nos devuelvan la satisfacción de un trabajo bien hecho, comprometido con nuestro entorno, y que nos devuelva también la humanidad como un valor en sí mismo y no en decadencia. De esta forma hagamos crítica y en nuestra acción alternativa.Un AbrazoS.Christian Orgaz
No hay porque tratarlo en otro apartado: hay conexión entre la dimensión de repercusión social de la ciencia y su especialización. La especialización ha llevado a la creación de sistemas expertos (Giddens) que responden a las cuestiones que planteamos, el problema es que se ciñen a ámbitos concretos. La probabilidad de que una central nuclear “estalle” es reducidísima pero la dimensión de la catástrofe tiene unas dimensiones tales que se torna incalculable –y, por tanto, no cognoscible- lo que hace que las centrales nucleares, como señala Ulrich Beck, no sean aseguradas por las compañías de seguros –paradigma del uso del sistema experto para la evaluación probabilística del riesgo-.
He seguido escribiendo a partir de aquí, y me ha salido un texto muy largo que lo he colgado con el siguiente título, entre otros, trato el tema que has mencionado, Cristian.
EL CONOCIMIENTO NO ES UN ACTO INDIVIDUAL Y LO CONCOMITANTE
Asier Amezaga Etxebarria
Algunas reflexiones (o divagaciones) surgidas de la lectura del texto y dirigidas en especial al campo de la ciencia: como señalas, la imposibilidad para llegar al conocimiento de la totalidad viene dada, además de por la misma complejidad de la realidad, que parece inabarcable, por el propio desarrollo del conocimiento humano, que viene acumulándose (a través de juegos de deducción, adición, síntesis, sincretismos, etc.) y extendiéndose (surgimiento de nuevos objetos y ciencias que van abriendo el abanico) desde tiempos inmemoriales hasta hacerse casi inabarcable él mismo. La pretensión humanista de erudición se ha vuelto así cada vez más difícil de realizar, por no decir imposible.
Creo que de esto debemos desprender como consecuencia personal (ya que “ardemos por conocer”) que si bien el conocimiento del todo es imposible para seres finitos como nosotros, esta misma finitud nos obliga en cierta medida a una toma de posición teórica. Nos obliga individualmente a un necesario tomar de aquí y de allá (bebiendo de otros), y a la construcción consciente de una perspectiva personal, a la formación de la mirada (la sociología es para Simmel “una particular disposición de la mirada”). Desde el momento en que nos damos cuenta de los límites del conocimiento humano en general, y de los límites del conocimiento científico en particular, surge la necesidad (para el que quiere conocer) de centrarse en un número reducido de campos (no tiene que ser sólo uno) y de estudiar, revisar, elegir o construir nuestros instrumentos de análisis, lo que al mismo tiempo nos hace conocedores únicos e irrepetibles (lo cual no quita que caigamos en clichés, en prejuicios u observemos la realidad subidos a la chepa de los grandes y repitiendo sus análisis). En cierto modo, la reflexión sobre el conocimiento y sus límites nos lleva a una situación en la que estamos “condenados a ser libres” (Sartre), en la que el vacío bajo nuestros pies reclama un suelo firme: podemos elegir una epistemología, un sistema conceptual existente por sus características, podemos elegir crear uno nuevo o podemos no mirar abajo, evitando tomar partido (elegir no elegir, que en el fondo sigue siendo elegir, como diría Sartre), agarrándonos a lo que nos viene dado para seguir operando de forma básica e irreflexiva. Siguiendo esto, creo que merecen especial consideración todos aquellos autores que han dedicado sus esfuerzos a la construcción de una teoría omniabarcante de lo social (más o menos lograda), sin dejar de lado el trabajo empírico (como los clásicos de finales del XIX y algunos grandes del XX, como Parsons, Bourdieu, Giddens, Habermas, Luhmann, etc.). [venero su esfuerzo, no necesariamente sus teorías]
Sin embargo, todo esto no conlleva el completo abandono del espíritu humanista de los clásicos renacentistas. Al contrario, creo que ese espíritu, relativamente apagado ya en el campo de las pretensiones individuales de conocimiento, se ha proyectado en cierta medida a la humanidad en su totalidad, por su aparente capacidad de superar las limitaciones básicas del conocimiento (finitud del ser, complejidad inabarcable de la realidad y de los campos de estudio) con el trabajo científico intergeneracional e interdisciplinario. Este cambio tiene lugar probablemente con la irrupción de la fe en la ciencia y en el progreso en el plano de las ideas en el siglo XVIII, con la Ilustración. De la realización de la propia humanidad y la perfección del alma se pasa a la búsqueda de las verdades científicas que iluminen el progreso de la humanidad en su conjunto.
Además, desde diversos ámbitos, en los últimos años, hemos oído llamadas a la interdisciplinariedad, a la comunidad de saberes y a la tarea de construir la ciencia como un todo más que como un conjunto de compartimentos estancos (como es el caso de la teoría de sistemas, que se pretende capaz de abarcarlo todo). Sólo queda ver cuáles son las condiciones de posibilidad de esta tarea y si no encierra otros peligros (“imperialismo” de las ciencias naturales, homogeneización de perspectivas y formas de conocer,...).
Lo dejo ya que me voy del tema y me rayo.
Javier Rujas
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